Hace algún tiempo, en un seminario que realicé con mis alumnos sobre la sociedad y el poder, uno de ellos definió a la sociedad como “un conjunto de problemas”- Entonces no le di mucha importancia a la afirmación, pero con el pasar del tiempo he vuelto sobre ella.
“Un conjunto de problemas” Si, es una buena definición, alejada de los clasicismos weberianos o marxistas, sin tufos sociológicos ni pujos filosóficos, apegada a la lógica de la gente sencilla que igual puede hacerse una pregunta metafísica o una materialista.
Un conjunto de problemas. Si. No es difícil identificarlos. Son de dos tipos: materiales y espirituales. Los materiales tienen que ver con las carencias que los seres humanos padecemos en cualquier punto del planeta y los espirituales con la incapacidad de no poder descifrar los grandes misterios que todavía están en pie.
El sentido común nos dice que para la humanidad es más urgente resolver los problemas materiales que los espirituales. La gente puede vivir con Dios o sin Dios, o posponer la respuesta a los grandes misterios de la vida y la muerte que no les pasa nada; pero no puede estar ni un solo día sin comer, vestirse, refugiarse bajo un techo o escuchar su música preferida, todos ellos rasgos eminentemente materiales de la vida.
Este dilema, que es el núcleo de toda comunidad humana, a lo largo de la Historia ha tenido las más variadas respuestas. En Oriente y Occidente constituyen la esencia de sus respectivas culturas. Esas respuestas se ubican en el plano político, que, como toda ciencia, es el resultado de la desarrollada inteligencia que nos caracteriza como especie.
Tiranía, dictadura, monarquía, democracia son algunas de las formas de gobierno que los seres humanos han inventado, en el marco de un sistema socio-económico general que impone sus reglas de forma obligatoria a toda la comunidad.
En una ciudad Estado, gobernada por los esclavistas, los griegos inventaron la democracia, restringiéndola a los Arcontes y excluyendo de ella a la población mayoritaria de esclavos. Dos mil años más tarde, en Inglaterra y Francia, se amplía la democracia a los derechos del ciudadano que los había conquistado después de más de mil años de servidumbre. El siglo XVIII ve nacer un nuevo sistema económico-social y, concomitantemente, el liberalismo como nueva forma de gobierno. Jurídicamente se inventa el régimen representativo con el poder político segmentado en tres partes y el derecho universal del voto ciudadano.
Filosóficamente el liberalismo trae a la historia el reino de la libertad individual. Esto no es poca cosa si se considera que en el período histórico precedente el individuo, como tal, se encontraba privado de todo derecho. La libertad individual se convierte, desde entonces, en la materia prima con la que se teje toda la red social del capitalismo como sistema.
En la práctica, la libertad individual se traduce en el derecho a la libre empresa que adquieren los individuos, derecho con el cual, esos mismos individuos, compiten entre sí. El resultado de esa libertad y esa competencia es la civilización que hoy tenemos.
En estricto sentido, el gobierno liberal tiene como misión legislar y normar las leyes y reglas que hagan posible el desarrollo del principio filosófico de la libertad individual y de su complemento lógico que es la libre empresa. Ni más ni menos como en el feudalismo la monarquía legislaba y normaba la vida social para que la gran propiedad terrateniente funcione asociada al derecho que la aristocracia se atribuía de disfrutar de esos bienes.
Pues bien, en el capitalismo sucede exactamente igual, con una diferencia medular, y es que hoy el individuo es dueño y responsable de su destino. Si triunfas es tu culpa, si fracasas, igual.
Esta conquista de las fuerzas progresistas de la Historia no ha sido superada todavía ni será superada mientras no se creen las condiciones históricas respectivas, esto quiere decir, mientras las clases dominantes ya no puedan sostenerse en la cima de la pirámide y las dominadas ya no aguanten el peso de las de arriba, pero ojo con este aserto, esta situación de cambio inevitable debe darse a nivel general (mundial) y no a nivel local. Se trata del cambio del sistema, no del gobierno.
¿QUE PASA EN EL ECUADOR?
El progresismo latinoamericano no es un invento de Fidel Castro ni de Hugo Chávez, es el curso inevitable de la historia que líderes como ellos lo saben aprovechar. En Ecuador, a comienzos del siglo XXI surgió Correa que se imbricó con la corriente latinoamericana progresista. A nivel interno retomó el aspecto más progresista de la trunca revolución alfarista y dio un paso más a la transformación del Ecuador. En ambos casos se puso a tono con el sentido de la Historia, mundial y local.
En un nivel filosófico Rafael Correa no es inventor de nada, ni tan siquiera del correísmo. El pensamiento liberal toma el nombre de correísmo porque en el Ecuador Rafael Correa es el líder reformista que tiene las agallas para llevar a la práctica el derecho de los ciudadanos a disfrutar de la libertad individual conquistada por el pensamiento filosófico del siglo XVIII, en cuya base están pensadores como Locke, Montesquieu y Rousseau. Esa, que fue conquista del pensamiento humano dos siglos antes, en el Ecuador estaba sobrepuesta por el pensamiento conservador del siglo XIX y por un liberalismo funcional a esos intereses. Correa le puso un freno a esa postura y gestionó, desde su gobierno, para modernizar el Ecuador y ponerlo a tono con los niveles internacionales de desarrollo. Liberalismo radical es su mejor definición que, dadas las condiciones históricas creadas hasta el momento de su surgimiento, automáticamente se convertía en un proyecto pro socialista, pero como proyecto, nada más. Jamás el correísmo fue, ni es, un proyecto antisistema.
En este marco de filosofía política el correísmo siempre fue, y sigue siendo, una concepción liberal que defiende al individuo y su derecho a buscar por sus propios medios su realización. Una postura política que le da más importancia al ser humano que al capital y que ni de lejos se plantea eliminarlo ni revolucionar las leyes que rigen el mercado capitalista. Se plantea otorgar a los ciudadanos las condiciones apropiadas para que puedan lograr su realización personal desde todo punto de vista. Las leyes y normas que está dispuesto a crear y defender son las mismas establecidas por la filosofía liberal desde el siglo XVIII poniendo énfasis en el perfeccionamiento de un Estado que se niega a ver con indiferencia los límites que la filosofía personal del liberalismo tiene en el conjunto de la masa productiva de la sociedad. Liberalismo que no por ser radical trasciende las normas y leyes que el capitalismo impone coercitivamente a sus ciudadanos.
La derecha cavernícola es la que se ha opuesto ferozmente a este proyecto de modernización del capitalismo en el Ecuador, demostrando que su proyecto de país no ha evolucionado ni un milímetro desde García Moreno -y de antes inclusive-, que tiene pánico a los cambios que incluso le favorecen y que está dominada por el orgullo aristocrático heredado de la realeza española. Formas seudo modernas que practican algunos sectores de la oligarquía no sirven sino para camuflar su ideal colonial de tener una república platónica en la que las élites ordenen y las masas indígenas-populares obedezcan. Es debido a esta mentalidad que la oligarquía ecuatoriana acusa de socialista a un proyecto que no trasciende los límites del sistema.
En ese propósito han encontrado un aliado anti natural en la izquierda “histórica” del Ecuador y otras fuerzas radicales de izquierda que han terminado empujando el carro de la oligarquía retardataria. Izquierda histórica que siente envidia de no tener un líder que represente los intereses de las masas, como es el caso de Rafael Correa y que de tanta “teoría revolucionaria” terminan siendo burro pie de la derecha. Esa izquierda miope que no termina de comprender que la Historia es un proceso que va de menos a más, hasta cuando ella misma permite las transformaciones.
El triunfo de Daniel Noboa es el reiterado éxito del modelo platónico de nación que en el Ecuador se sostiene en dos pilares: la Iglesia católica, apostólica y romana y una oligarquía fragmentada en cuanto a sus intereses económicos, pero monolítica en cuanto a su concepción de país se refiere.
LA UBICACIÓN HISTÓRICA DEL CORREISMO
¿Tiene el progresismo correista todavía que hacer en el Ecuador? Categóricamente si, a condición de que mantenga el espíritu popular que tuvo en su tiempo el liberalismo machetero de Alfaro y que tan bien lo interpretó Correa en los inicios de su liderazgo político. Si tiene que hacer porque el proyecto de creación de un Estado Nacional de Bienestar todavía sigue trunco. Esa es su misión histórica y nadie debe exigir a la Revolución Ciudadana más de lo que históricamente puede dar.
Dos gobiernos consecutivos de la derecha oligárquica demuestran con visos evidentes el fracaso de ese viejo modelo de país que la oligarquía en su conjunto viene proponiendo. Moreno y Lasso se sostuvieron en sus respectivos gobiernos gracias a la rémora colonial que subyace en la conciencia de las masas sufragantes y que consiste en creer que todo irá bien si “amo patrón” así lo quiere. Cuando se comprenda que la suerte de la nación depende principalmente del esfuerzo de los sectores populares, ese viejo modelo oligárquico habrá llegado a su fin. De llegar el correísmo a triunfar en las elecciones del 2025 no dudo en sostener que la oligarquía comprenderá que más vale ceder una tajada del pastel que perder todo el pastel. Nadie debe admirarse que hasta el 2025 el correisnmo vaya preparando el terreno de esa alianza inter oligárquica que vendría a ser una tabla de salvación a su naufragio histórico y que ese proceso esté encabezado por el correísmo. ¿No es acaso eso lo que una figura como la de Marcela Aguiñaga está proponiendo desde ahora?
Creo que no hay que asustarnos. Si sabemos leer la Historia esa es su lógica. Lo único que puede hacer fracasar ese proceso es que los sectores fascistas de la oligarquía se hagan del poder por medio de la fuerza e impongan el modelo colonial a sangre y fuego, cosa que veo difícil, pero no imposible.
Tarde o temprano el correísmo triunfará en el Ecuador y sus líderes están obligados a llevar las concepciones del liberalismo radical hasta las últimas consecuencias, aliándose con los sectores más sensatos de las élites, incluso, y siempre abiertos al empuje de los sectores populares porque ellos si son portadores de un nuevo modelo de país. Así funciona la dialéctica de la Historia. Es ese fatalismo que actúa para que todo cambie, menos el mismo cambio.
UN NUEVO MODELO DE NACIÓN ES NECESARIO
La ubicación histórica del correísmo les quita toda razón a las élites que acusan a Correa y a su proyecto de socialista. Son acusaciones irracionales motivadas en el fuerte rezago colonial de la mentalidad de nuestras élites y que sólo demuestran el pánico que tienen de perder la república platónica heredada de sus antepasados terratenientes y aristocráticos. Demuestra también que para ellos no existe la Historia. Están anclados en el pasado. Si bien es cierto que los socialismos del siglo XX no fueron experiencias lo suficientemente fuertes como para cambiar el régimen capitalista imperante en el mundo, no se puede ignorarlos. Ellos han marcado a sangre y fuego el curso de la Historia y los que sabemos leerla los estudiamos para corregir sus errores y avanzar en el proceso indetenible del cambio. La propuesta de un nuevo modelo de nación tiene que partir de esas experiencias si se quiere trascender el estado actual de cosas.
Un régimen liberal-radical debe llevar hasta el extremo las potencialidades de su filosofía. La experiencia de la realización individual no puede ser eliminada por decreto, porque todavía la Historia no ha encontrado un sustituto a esa aspiración. El individualismo imperante en la sociedad capitalista, que en última instancia se convierte en la base del éxito personal, no puede ser sustituido por un colectivismo idealizado que sólo existe en la mente de algunos teóricos, La propuesta socialista de matar el individualismo para preservar la individualidad es una propuesta válida pero a largo plazo y que debe ser aplicada de forma sistemática, gradual, hasta que las ventajas del colectivismo socialista se demuestren superiores al individualismo burgués., Para el socialismo, a diferencia del liberalismo, la libertad no está en relación a la realización individual del ser humano, sino a la conciencia de que el individuo es parte de un colectivo y que su realización personal es parte de una meta colectiva en la que todos estamos comprometidos. Dadas nuestras raíces ancestrales, pre colombinas, para nosotros es más fácil comprender la libertad de esta manera. No es obediencia ciega, es conciencia de que la libertad individual nada significa si todo el colectivo no es libre. Esto no se puede imponer, ni por decreto, peor por la fuerza.
Un nuevo modelo de nación debe retomar la vocación agrícola que ha caracterizado a los pueblos andino-americanos desde hace miles de años, incorporando la tecnología que haga posible una agroindustria de primer nivel.
Significa educar a las nuevas generaciones en el amor al trabajo y en el respeto a la naturaleza, eliminando la educación elitista que compartimenta a los educandos, poniendo énfasis en el desarrollo científico que desplaza al pensamiento mágico y supersticioso.
Un nuevo modelo de nación significa un vuelco total en el sistema político para lograr una democracia dinámica en la que la participación de las masas se haga por medio de una permanente movilización que sirva como mecanismo de presión para que sus gobernantes se ocupen de sus necesidades y no usen el poder para su beneficio y el de sus partidarios.
Ninguno de estos aspectos son parte del contenido ideológico-programático del progresismo correista, lo cual no quiere decir que esté en contra de la Historia. El correísmo es la izquierda posible en el Ecuador y como tal debe ser comprendido y apoyado. Que en el límite de sus posibilidades históricas haya una fuerza política que se ubique a su izquierda y se imbrique en el proceso histórico de radicalización de la tendencia, es lo que hay que fortalecer en el accionar político- Creo que esa fuerza vive en el seno del progresismo y creo también que necesita vectores que la canalicen y la desarrollen sin miedo a la confrontación ideológica a su interior. Esa confrontación es útil y necesaria. Quienes se opongan le estarán haciendo el juego a los sectores más conservadores del correísmo.
De no darse el debate ideológico en las filas del progresismo correista lejos estará de cumplir un papel histórico trascendente y se irá convirtiendo en un partido más del folklor democrático, permitiendo que unos cuantos oportunistas saque provecho de su prestigio, cosa que, como es público y notorio, ya viene sucediendo.
Ñukanchik Socialismo es una pequeña fuerza ideológica nacida del seno de la izquierda ecuatoriana y del proceso de lucha del pueblo. Plantea como un mecanismo urgente y necesario la conformación oficial de un gran FRENTE PROGRESISTA NACIONAL, en cuyo seno todas las fuerzas políticas de la auténtica izquierda ecuatoriana tengamos la oportunidad de debatir y defender nuestros puntos de vista en el objetivo final de llegar a construir in nuevo modelo de nación.
Jorge Oviedo Rueda
4 noviembre 2023