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Una fuerza política que triunfa, en tanto se posesiona de los símbolos del poder, se vuelve conservadora. No es lo mismo con violín que con guitarra, como decía mi abuelo sabio.
Rafael Correa no alcanza a comprender algo tan elemental como que hasta los dedos de una mano son diferentes, que no hay una sola moral y que el pensamiento único sólo crea pesadillas; tampoco ha comprendido que todo poder crea su contraparte y que para gobernar con éxito hay que saber tomarla en cuenta.
Resulta escalofriante comprobar que más allá de los éxitos exhibidos por la Revolución Ciudadana, los problemas medulares del país se mantienen intactos: hay desempleo disfrazado de informalidad, se mantiene la gran propiedad terrateniente, crece la inflación, el déficit fiscal persiste, crece la deuda externa, se mantienen los subsidios, el petróleo en manos de los chinos, la balanza comercial negativa, nada, absolutamente nada ha cambiado desde que somos república.
Pero desde hace ocho años el ciudadano común sólo escucha, por un lado, la propaganda oficial de sus logros y, por otro, los escándalos que el régimen, en la figura de su caudillo, provoca. Decenas de escaramuzas innecesarias convertidas en escándalo nacional.
A estas alturas es difícil tragarse la rueda de molino de que se deben al carácter del presidente. Soy primero ser humano dice- si no les gusta, búsquense otro.
No le quepa la menor duda, señor Presidente, de que el pueblo le va a hacer caso. Se buscará otro cuando llegue el momento, pero no porque la yuca se haya convertido en un tubérculo mágico con la virtud de hacer humo los problemas del país, sino porque nunca usted demostró voluntad revolucionaria de resolverlos.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en:
La Hora, 13.05-2015, Quito.