¿Oyeron al Presidente en la última sabatina? Insistió e insistió en su versión sobre la pasión y muerte de Jesús. Brillante, diría Agustín Cueva, un océano de conocimientos, con una pulgada de profundidad.
Es que no puede ser que, aprovechándose de su cargo, nos quiera hacer creer que sabe de todo y que tiene la verdad. Como Stalin, su palabra está respaldada por su cargo que no por la veracidad y profundidad de lo que dice. Se llama falsa autoridad.
Dijo que se respaldaba en la historia. No es cierto. La historia dice que la Palestina de Cristo, después de la epopeya de los Macabeos que derrotaron a los griegos, se encontraba sometida al poder imperial de los romanos, es decir, esclavizada. Aliados con las castas judías los romanos hacían frente a la resistencia nacionalista de los estratos judíos más bajos, de los cuales se destacaron los zelotes. Simón, uno de los doce discípulos, era zelote. Barrabás también, no delincuente.
La Palestina de Cristo era una sociedad esclavista y violenta. En ese contexto aparece Jesús predicando que todos debíamos ser hermanos. Los dueños del poder lo crucificaron, los esclavos acogieron su doctrina, con lo cual se derrumbó el esclavismo.
Pero la crucifixión de Cristo fue una muerte más en medio de las miles de muertes que judíos y romanos causaban para evitar la insurgencia. Fue de impacto para los que le conocieron, los mismos que después helenizaron a Jesús (Cristo) y convirtieron al cristianismo en la religión más poderosa de occidente.
Tres posibles interpretaciones hay de Jesús: fue un loco peligroso, o un Maestro iluminado o, fue el hijo de Dios.
Las dos primeras involucran a la razón, la tercera a la fe.
La figura de Cristo rebasa el análisis horizontal que un todólogo pueda hacer.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en:
La Hora
8 abril de 2015, Quito