No son los paisajes ni las bellezas naturales, como pudiera creerse, el motor de un turismo exitoso, es la gente, es el recurso humano el que dinamiza y vuelve exitosa la actividad turística. El que se pone en contacto con el turista, el que le habla, le describe y le explica lo que el extranjero llega a conocer.

No hablo solamente de los guías preparados y especializados en esta actividad, sino de la gente común y corriente que por múltiples razones se pone en contacto con el turista. Unos y otros son los encargados de transmitirle al viajero el encanto de nuestra idiosincrasia y nuestra identidad. La fotografía de uno de los volcanes de nuestra geografía no es suficiente para que se nos recuerde si no está acompañada de la calidez de una expresión, de una frase inteligente, de un gesto auténtico que nos identifica en el recuerdo del visitante.

Es el Estado el que tiene la obligación de asumir el reto de convertir a los catorce millones de ecuatorianos en agentes eficaces del turismo nacional si queremos que el turismo sea una verdadera industria con incidencia en el destino de la nación y no sólo de ciertas élites que han manejado y siguen manejando esta actividad. Creo correcto repetir con el Mashi que en este campo también lo público tiene que superar a lo privado.

Esto en razón de que acabo de “turistear” en Galápagos. Todo en las islas es deslumbrante: el paisaje, la gente, la fauna y la flora. La magia del turismo como industria consiste en tratar de tal forma al visitante que éste no tenga reparo en dejarnos los dólares de sus ahorros.

¿Por qué el Ministerio de turismo tiene que actuar como una agencia de la empresa privada?

Ya va siendo hora de pensar en una gran Empresa Nacional de Turismo. Ejemplos en el mundo, hay suficientes.

JORGE OVIEDO RUEDA

Publicado en

La Hora, 21/mayo/2014, Quito