Tenemos que aceptar que las sociedades humanas todavía necesitan ser conducidas para alcanzar sus metas históricas. Me llama mucho la atención que en las sociedades más desarrolladas las masas son más disciplinadas que en las menos desarrolladas. Sin que llegue a ser un axioma, pero mientras más perfecta es la democracia, mayor nivel de conformismo se encuentra en las masas.
Esa necesidad de conducción que demuestran las masas conecta al ser humano con sus más lejanos ancestros biológicos, somos, esencialmente, seres gregarios. La vida para nuestra especie no es posible concebirla fuera de la comunidad, nos interrelacionamos como individuos y, también, como clases. Son relaciones jerárquicas, verticales, mediadas por el poder de la fuerza y el de la persuasión.
En un esquema social de estas características los conductores sociales son imprescindibles. Surgen los líderes y los caudillos. A nadie se le puede ocurrir otra forma de conducción de las masas, salvo a los poetas.
Un caudillo es un conductor que ejerce su acción política dentro del sistema establecido, sin cuestionarse ni su validez ni su permanencia; despierta una adhesión fanática de sus partidarios y actúa en base a su prestigio personal, su honradez, su simpatía. En el Ecuador tenemos caudillos como Alfaro, Velasco Ibarra y ahora Rafael Correa. Van desde el liberalismo radical hasta la seudo izquierda.
Un líder es un conductor que ejerce su acción desde una perspectiva revolucionaria, contra el poder establecido y el sistema. Muestra el camino para la liberación definitiva del ser humano porque en su accionar él mismo se va liberando. No está sobre las masas, va junto a las masas, construyendo una comunidad de intereses. El Ecuador no ha conocido nunca un líder revolucionario.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en
La Hora, 14/mayo/2014, Quito