Un pequeño hámster con una pluma en la mano saliendo de su madriguera pone a temblar al rey león, mientras éste, con temblorosa voz, dice: no, por Dios, la risa me mata.
Otra: un rey armado hasta los dientes frente a un ratoncito marcial que carga una pancarta en la que se lee: ¡viva la libertad de expresión!
Otra: Un monarca sentado en un trono con este pie: Yo soy la razón; después de mí, el diluvio.
Otra: una correa castigadora que tiene a lo largo escrita esta frase: Mi poder en la Constitución.
Otra: un rey en una sabatina y un funcionario público sudoroso viendo la TV, oyendo la radio, copiando a mano lo que tiene que hacer la próxima semana.
Otra: Bonil, con gesto preocupado, dibujando la sede del poder político a punto de caerse, pensando para sus adentros: ¿y si me piden una prueba de verdad?
Otra: Un rey al que un niño travieso le ha quitado la corona y le ha puesto boina y barba guerrilleras con un gendarme detrás que, amenazándole, le dice: ¿De dónde sacas esas ideas subversivas?
Otra: Bonil, El Miche y Don Evaristo abrazados en la desocupación, tristes, con una leyenda que dice: Prohibido hacer bromas.
Creo que el gobierno no goza de buena salud, no es capaz de reírse de sí mismo, de sus errores y de sus aciertos. Es un gobierno petro, que parece estar a punto de decretar que los únicos chistes válidos son los del Mashi. No entiende que la caricatura es una exageración de la realidad, dibujada con trazos que vienen de la ironía y el ridículo. Si esta elemental verdad no es entendida por el poder, quiere decir que no hay talento para nada, peor para los profundos temas del desarrollo. Jamás los ecuatorianos podremos construir el futuro sin la sal que nos caracteriza. Una caja de plomo no es el país que queremos.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en
La Hora, 5/febrero/2014, Quito