Nadie se traga la piedra de molino de que el proceso de acreditación de las universidades ecuatorianas es justo. Eficiente, tal vez. Esa eficiencia de la aplanadora que todo lo arrasa para alcanzar su objetivo. A estas alturas ya quedan en la ruta individualidades destrozadas, aspiraciones frustradas, ideas ignoradas, nobles propósitos hechos añicos.
Un colega profesor me decía que nada podíamos hacer, porque todo estaba en la ley. Entonces, tenemos que pelear contra la ley, le dije. Me miró con ojos de resignación y me respondió que el miedo nos tenía paralizados. El actual rector y Correa han tenido la habilidad de identificar protesta con insolencia. Hoy el rector es víctima de su propia habilidad. Si protesta terminará en la picota del MPD.
Es que en el control de las universidades está el futuro de la revolución ciudadana. Es ahí donde se tiene que aniquilar la conexión que la juventud tiene con el pensamiento auténticamente revolucionario, creador y crítico. Es ahí donde Correa pretende formar autómatas altamente eficientes para reacomodar las injustas estructuras del sistema. Si no puede hacerlo, no importa. La Central quedará como un Instituto Superior de tercer nivel y el régimen les dará prioridad a universidades como la Yachay.
Correa quiere estandarizar la educación superior, en un proceso dirigido desde arriba. Es un modelo selectivo, que vuelve incompatibles la crítica con la calidad, o mejor, que excluye de la calidad la actitud crítica del estudiante. Un modelo en esencia stalinista y colonizador.
Ninguno de los candidatos al rectorado de la UC ha demostrado preocupación por este tema. Sin importar el que gane, la aplanadora correista seguirá su marcha. Ya cuenta adentro con los amanuenses que necesita. Samaniego le abrió las puertas.