Reflexione un segundo, amigo lector. ¿No le parece esto de los bonos de la pobreza o desarrollo humano, como quieran llamarlo, una bonita manera de sacralizar la pobreza y la desigualdad en el Ecuador?, ¿qué es la peor forma de paternalismo social y que sólo sirve para que mandatarios populistas, de izquierda o derecha, alivien su martirizada conciencia religiosa?
Todos se parecen al Santo del Patíbulo. Para García Moreno no había que cambiar la condición servil del indio, se trataba sólo de aliviar la suerte de tan infeliz criatura. Todos los aspirantes a Carondelet siguen pensando igual. Ahora ya no se trata de una raza, se trata del pueblo, conformado por indios, blancos, negros, mestizos empobrecidos hasta la miseria por la naturaleza brutal del capitalismo.
¿Qué país diferente se puede construir si se sigue dando caridad a más de un millón doscientas mil personas, con un monto cercano a los ochocientos millones de dólares anuales? ¡Que todos estos avivatos vayan a mamar gallo a otra parte! Son una legión de hipnotizadores adiestrados por las universidades extranjeras para mantener la miseria y la desigualdad en nombre de Dios, de la libertad y de la democracia.
Lo más triste del asunto es que corrompen a los pobres porque les ocultan la verdad de que la pobreza sólo se supera con el trabajo y el esfuerzo de todos. Les acostumbran al mendrugo, a la dádiva, a la caridad. Esa es tu condición -les dicen-, quédate con lo que te damos y confórmate.
Día llegará en que el pueblo no vaya de bono en bono, que construya su destino con sus propias manos. Será cuando el sudor de la frente del pueblo sirva para construir una patria de trabajadores, sin miseria ni patrones, igualada en el esfuerzo creador de todos.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en
La Hora 17/Oct./2012, Quito