La hipócrita sociedad ecuatoriana ha convertido al mestizaje en una vergüenza social. El mestizaje sigue siendo motivo de discriminación. Entre otras herencias coloniales, esta es una de los más graves.
La mezcla de razas ha sido un hecho normal desde siempre. Quienes se oponen persiguen un ideal absurdo de pureza que siempre termina en la discriminación y, cuando se hace política de Estado, en los genocidios y los Holocaustos. La piedra angular de esta aberración es identificar raza con clase social.
El Chapetón parásito de los siglos coloniales lo hizo en América. Ser indio, negro o mestizo era pertenecer a los estratos bajos de la sociedad colonial y tener la obligación de trabajar para el blanco. Cierto que ahora, en la superficie, esta situación ha cambiado, pero las cadenas mentales de desprecio a lo indio, negro o mestizo todavía se mantienen y no sólo en el blanco, sino también en los otros sectores.
El respeto a la diversidad no puede ser confundido con la obligación de mantenernos en un grupo étnico determinado. Alimentaríamos de esa manera la estratificación racial y nos opondríamos absurdamente a la cotidiana realidad del intercambio, con lo cual estaríamos negando la poderosa tendencia al mestizaje.
Ser mestizo tiene que dejar de ser una vergüenza. Hay que superar el complejo histórico de que el mestizaje es fruto de una violación. Ni el blanco está por arriba, ni el negro o el indio por abajo. Nuestra condición racial no nos hace superiores o inferiores; nuestra condición social, si.
Por eso hay que disminuir la brecha entre ricos y pobres y luchar de forma incansable contra la herencia colonial de la discriminación.
El mestizaje existe y sobre su ancha base se construirá el Ecuador del futuro.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en
La Hora 3/Oct./2012, Quito