En política, el ideal más alto es el de la unidad. La unidad es la garantía del éxito; pero también es cierto que la política es el arte y la ciencia de defender los intereses de clase, lo cual complica en grado sumo el tema de la unidad.
La caída del llamado socialismo real disparó el entusiasmo de los defensores del capital y les llevó a difundir una proclama universal en la que pintaban al capitalismo como el reino de la perfección.
Según su lógica, en este paraíso la unidad es una obligación. Se trata de defender su democracia. Pero a estos demócratas les golpea la realidad. La sociedad sigue siendo el escenario en el que chocan brutalmente los intereses de clase: el capital por aumentar sus márgenes de ganancia, sin importarle nada, ni nadie; el trabajo tratando de mantener las narices fuera del agua. Así lo demuestra la triste situación de la sociedad humana a nivel planetario.
Por eso llama la atención el llamado que Cauce Democrático hace a la unidad de las fuerzas políticas. Quieren que Salvador Quishpe esté junto a Álvaro Noboa, Acosta con Cynthia Viteri. La partidocracia agonizante pidiendo a gritos respiración boca a boca a las fuerzas revolucionarias.
La unidad real de oposición al régimen correista tiene que ser una unidad de clase. La CONAIE junto a los sectores populares. Su propuesta programática anticapitalista debe ser el eje alrededor del cual gire la alianza con las fuerzas revolucionarias, primero, luego la izquierda reformista, y, en última instancia, el centro político.
A Correa no sólo se le debe derrotar electoralmente, hay que hacerlo programáticamente. Si a Cauce Democrático le asusta el reformismo correista, pretender estar junto a las fuerzas verdaderamente revolucionarias, es un atrevimiento inaudito.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en La Hora
4/Abril/2012, Quito