¿CUÁL DEBE SER EL LEGÍTIMO PAPEL DE LA INSTITUCIÓN ARMADA EN NUESTRO PAÍS?

El lunes de la semana próxima pasada mantuvimos un diálogo muy interesante con el coronel(r), Patricio Acosta Jara, uno de los oficiales quienes, conjuntamente con el coronel Lucio Gutiérrez, procedieron a ejecutar el levantamiento cívico militar del 21 de enero del año 2000, pronunciamiento que fue respaldado por una inmensa mayoría ciudadana, harta del desgobierno corrupto del Partido Democracia Popular encabezado por Jamil Mahuad Witt. El apetito voraz e insaciable de la plutocracia ecuatoriana que nos domina desde siempre, en esta oportunidad encarnado en un sector de la banca privada ecuatoriana, destruyó la economía del país en beneficio de un grupo de asaltantes que había financiado la candidatura presidencial del demócrata cristiano Mahuad y que fue causando perjuicios al estado ecuatoriano – que somos todos – imposibles aún de ser calculados porque los banqueros nunca han dejado de gobernar desde el mismo instante en que se derrocó a Mahuad y han obstruido – hasta la fecha con éxito – e hicieron evaporar las cuentas de los miles de millones de dólares que se robaron de las arcas del Banco Central. El coronel Acosta estará nuevamente con nosotros después de unos momentos para continuar la charla, pues el tiempo nos resultó muy corto en esa oportunidad. Sin embargo, antes de entrar en materia, he resuelto efectuar un servicio público a la ciudadanía, pues aunque nadie me lo ha solicitado, me parece justo que quienes disponemos de un medio de comunicación alternativo hagamos de éste un vehículo que nos permita quejarnos de los malos servicios – no solo públicos, sino también privados – con la que los usuarios somos tratados. Hace aproximadamente dos meses extravié la cartola donde se registran los depósitos y retiros de una cuenta de ahorros que mantengo con el Banco Pichincha. Desde entonces y hasta hoy, he concurrido en cuatro oportunidades a la sucursal que el referido banco mantiene en el CCI, con el propósito de que me sea entregada una nueva. Siempre ha sucedido lo mismo: la fila que se forma en el sitio denominado Balcón de Servicios es interminablemente larga y camina con mucha lentitud. Cuando han transcurrido más de 20 o 25 minutos y observo que no adelanto ni un solo puesto, renuncio a continuar en ella. He preguntado a los guardias si las personas de la tercera edad, de acuerdo con lo que dice la ley, tenemos derecho a obtener un trato preferencial, a lo que me han respondido que no. La mañana de hoy sucedió lo mismo y pude hablar con una señorita de apellido Ponce, responsable de la sección. Le expresé mi queja, a la que respondió que la ha transmitido en múltiples oportunidades a las autoridades superiores, quienes no han tomado ninguna providencia. No existe justificación alguna que explique el maltrato que recibimos los clientes. El negocio bancario es lo suficientemente rentable para costear el espacio físico y el número de empleados que sean necesarios para evitar el desperdicio de tiempo al que nos vemos sometidos los usuarios. Si una institución bancaria hace caso omiso del respeto que merecemos los clientes, pues no solo el tiempo de sus ejecutivos es precioso, el nuestro también lo es, ¿para qué sirve entonces el pertinente organismo de control, que en este caso se llama Superintendencia de Banco? Hasta siempre,

 

Enrique Gallegos Arends

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