
Siempre la insurgencia en el arte ha significado la superación de cánones rígidos, de estereotipos aceptados por los niveles oficiales como inamovibles, perfectos y tradicionales, en el sentido que así fue para nuestros mayores y no podemos aceptar que sea de otra forma.
Del Renacimiento al clasicismo, del clasicismo al romanticismo siempre hubo una subversión de los valores estéticos precedentes, pero siempre con una premisa evidente: el arte insurgente venía cargado de contenido.
Hoy no pasa eso con la música. La irrupción de Los Beatles en la década de los años sesenta vino de la mano del escándalo, igual sucedió con Elvis Presley. Pero ellos eran heraldos de cambios que comenzaban a estallar bajo la piel de una sociedad hipócrita, eran el comienzo de nuevas formas, valores estéticos y valores morales. La sociedad y el mundo estaban cambiando de piel y se comenzaba a sentir las convulsiones de la adaptación a otra forma de vida. Los jóvenes hablaban de paz y amor y el Che Guevara nos enseñaba que la mejor forma de amar era odiando la injusticia y luchando con las armas en la mano para eliminarla.
El postmodernismo, incluida la generación Z o millennialls puede enarbolar la bandera de la incomprensión generacional por su evidente capacidad de relacionarse con la tecnología digital, lo que puede proyectarlos en el presente como una vanguardia que jamás será alcanzada por la columna que viene a sus espaldas, pero aunque estén cargados de tecnología, conservan una moral tradicional que no llega a representar los nuevos valores que se necesitan, como si un cohete de última tecnología siguiera usando el carbón como combustible. En la generación de los millenialls se evidencia la trágica contradicción de que el desarrollo moral (conciencial) no va de la mano del desarrollo tecnológico. Igual sucede con los consumidores de géneros musicales como el reggaeton o el trap
Cantantes como Maluma ¿representan algún tipo de valor?, ¿son portadores de alguna moral?, ¿tienen algo de ética? Yo creo que si, definitivamente. Representan la decadencia de la moral de las clases dominantes que encuentran en géneros musicales como el reggaetón y el trap los vehículos apropiados para mantener la estupidez de las masas, de mucha mejor forma que por medio del adoctrinamiento evidente. Convirtiendo a la masa en estúpidos robots consumidores de basura, alcanzan el supremo objetivo de poder manipularlos a su antojo. No de otra forma se explica que en cada elección las propuestas de la derecha encuentras su base electoral en estas masas acríticas a las cuales les interesa sólo reproducir la basura moral en la cual se encuentran a sus anchas.
“Estoy enamorado de cuatro babys/siempre me dan lo que quiero/chingan cuando yo les digo/ ninguna me pone pero.”, dice Maluma. Más allá de la vulgaridad hay que preguntarse si letras como esta portan alguna moral. Yo sostengo que si. La moral decadente de las élites que es la que más les conviene se reproduzca. Alientan la misoginia, la discriminación y la denigración brutal a la mujer, rasgos todos del machismo milenario que caracteriza a la sociedad capitalista. Esta decadencia musical no tiene salida y no es gratuita ni inocente. Sus gestores lucran a manos llenas y contribuyen con la manipulación política que les conviene a las élites dominantes.
Hay una parte en el alma de los seres humanos que está cerca del animal, que se complace en reptar y caminar en cuatro patas, herencia atávica que está en lo más profundo del sub consiente. La cultura se encarga de enjaularlo, sea occidental, europea, oriental o cualquiera. Es la que durante milenios nos ha elevado de la bestia al ser humano. El reggaetón, el trap y géneros musicales como esos nos retrotraen al salvajismo. Hay quienes los fomentan porque detrás de ellos existen oscuros intereses y hay amplios sectores de la población que al oírlos se reencuentran con sus más primitivos instintos animales.
Letras como estas apelan a esos instintos: “Apaga la luz y quítate la ropa, es que en verdad no quisiera verte en pelotas, estás media gordita pero chupas chévere”; “Me dice que no me da el culo si no es en hoteles o en el Grand Melier”
Son sólo imágenes del paleolítico trasladadas a la era digital. Así vamos, de tumbo en tumbo, a la destrucción total de la civilización. El gran dilema es: o regresamos a las cavernas o damos el salto dialéctico a la sociedad socialista, en la cual debe imperar una nueva moral.
14-11-2018