
Hace más de dos siglos los norteamericanos lanzaron su advertencia a las potencias europeas de que “América era para los americanos”. Era una advertencia sobre todo para los ingleses que se había llegado a comprometer profundamente con la independencia Hispanoamericana. Entonces Inglaterra era la primera potencia capitalista del mundo en crecimiento y la proyección de su desarrollo dependía de garantizar mercados para sus mercancías a lo largo y ancho del planeta. América Latina era uno de sus destinos comerciales. EE UU era un joven país ubicado en la línea de partida de la competencia capitalista. A comienzos del siglo XIX lejos de su metrópoli, pero con músculos amenazantes. A mediados de ese siglo había igualado el desarrollo inglés y a finales del siglo lo había superado. Durante el siglo XIX los yanquis controlaron los afanes expansionistas de las potencias europeas con la doctrina Monroe en las manos. Los latinoamericanos fuimos comprendiendo que lo que decía realmente esa doctrina era “América para los norteamericanos”. La voz premonitoria de Simón Bolívar comenzaba a hacerse dolorosa realidad: “Los EE UU parecen destinados por la divina Providencia para plagar de miserias a nuestros pueblos…”
Larga y aterradora es la lista de intervenciones de los EE UU en América Latina, comenzando por el cercenamiento hecho a México a mediados del siglo XIX, Nicaragua, donde el Ejército Loco de Sandino les hizo morder el polvo de la derrota, Colombia que vio mutilado su territorio para dar paso a la formación de Panamá, donde se instalaron por más de un siglo los yanquis controlando el comercio mundial, en Cuba cuando ya los patriotas cubanos habían derrotado el colonialismo español imponiendo la oprobiosa enmienda Platt que les permitía intervenir militarmente; en Puerto Rico, en Haití, de donde se llevaron el oro físico convirtiéndola en la nación más pobre del planeta, en Santo Domingo, en fin, en toda América Latina pusieron su bota los yanquis. Los gobiernos cipayos les abrieron las puertas a cambio de migajas permitiendo el saqueo de nuestros recursos naturales.
En el siglo XX jamás han faltado para reprimir y anular cualquier intento de sacudirse su coyunda. En Guatemala derrotaron el gobierno de Jacobo Árbenz, apoyaron las dictaduras en El Salvador, sostuvieron la dinastía de los Somoza, a todos los dictadores sanguinarios del Caribe, en Venezuela, en Chile mataron a Salvador Allende y se pusieron de parte de Inglaterra en la Guerra de las Malvinas para sostener después las dictaduras del Cono Sur. No hay lugar donde no hayan intervenido los yanquis, no a favor de la libertad y la democracia, sino precisamente en contra de ellas.
El derrocamiento de Árbenz en Guatemala significó la descomposición total de la democracia representativa, no sólo en Guatemala, sino en toda la región. La guerra civil en Honduras y El Salvador mató cientos de miles de campesinos e incrementó la pobreza en el campo, igual en Guatemala, todo con el respaldo de los norteamericanos que en el 2009 derrocaron en Honduras al gobierno de Manuel Zelaya e impusieron uno de su conveniencia que ha desatado una feroz represión. La incapacidad de manejar la democracia por parte de estos gobiernos obedientes al imperialismo ha permitido el surgimiento de bandas o pandillas que, ubicados fuera de la ley, imponen el terror en las calles de las ciudades centroamericanas.
Ante esta realidad la gente buena, que sólo aspira a tener una fuente de trabajo para poder vivir, más allá de las ideologías, deciden emigrar al norte, pero esta vez ya no de manera individual, sino de forma colectiva. No tienen trabajo, no pueden defenderse de la violencia callejera, son víctimas de la represión política, su única salida es la emigración. La luz que les atrae es la de los EE UU. Van sin saber que el imperio no los va a recibir.
Este es el fenómeno del subdesarrollo, cuyos culpables son las élites locales y su aliado el capitalismo desarrollado. Mientras más se fomente la forma de vida norteamericana, más se exprimirá a los pueblos al sur del Rio Bravo, más pobres seremos. La respuesta que está más a la mano es la migración. Eso es lo que está pasando este momento y la tendencia será cada vez mayor. Diez mil brasileños anuncia una gran marcha a la frontera sur de los EE UU. Huyen de Bolsonaro.
Como la historia lo demuestra, los pueblos rebasan a las élites. Las élites obedientes y genuflexas sólo se ocupan de su bienestar, para lo cual el poder mundial les ofrece dádivas a manos llenas; los pueblos no cuentan o cuentan muy poco. Ellos mismo buscan solución a sus problemas. El monroísmo está entrando en crisis, porque lo que ahora deja el neocolonialismo en sus colonias ya no gotea a las masas. Centroamérica está emigrando, lo seguirán los argentinos, ahora los brasileños, la migración crecerá con los descontentos de Venezuela y del resto de países de la región sólo es cuestión de tiempo.
Para los yanquis no hay otra solución que la fuerza. Bolsonaro en el Brasil será su punta de lanza. Las “democracias autoritarias” se quitarán su careta y entraremos en una fase franca de fascismo. Los tiempos para América Latina son de tormenta, resultado de los vientos sembrados por la más grande potencia de todos los tiempos, Estados Unidos de Norteamérica.
7-11-2018
Sobre la historia pasada no voy a comentar, me da pereza, pero si sobre lo más actual:
1. Ud. dice: …»el 2009 derrocaron en Honduras al gobierno de Manuel Zelaya» Acaso invadieron los marines Honduras en esa oportunidad?
2. «Ante esta realidad la gente buena, que sólo aspira a tener una fuente de trabajo para poder vivir, más allá de las ideologías, deciden emigrar al norte, pero esta vez ya no de manera individual, sino de forma colectiva. No tienen trabajo, no pueden defenderse de la violencia callejera, son víctimas de la represión política, su única salida es la emigración. La luz que les atrae es la de los EE UU.» Se olvida convenientemente de la migración de venezolanos a Colombia, Perú,Chile, Argentina y Brasil causada precisamente por un gobierno neofascista y mafioso.
3.Ud. dice: «Mientras más se fomente la forma de vida norteamericana, más se exprimirá a los pueblos al sur del Rio Bravo, más pobres seremos.» La verdad es que cada vez hay menos pobres y las condiciones de vida son mejores. Pregunte cuantos años vivieron sus abuelos y de qué murieron.
4. «Las “democracias autoritarias” se quitarán su careta y entraremos en una fase franca de fascismo.» En realidad ya hay gobiernos fascistas en América Latina porque eso no depende de las palabras de un payaso como Bolsonaro que quien sabe si pueda cumplir sus «promesas» o de un payaso como Maduro sino de hechos reales como concentración de poderes, cambios constitucionales, rapiña generalizada, represión brutal y no importa que de labios para afuera algunos se declaren socialistas (recuerde que Hitler era «nacional-socilista»).
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