Abro la página editorial de El Comercio y me encuentro de golpe con un artículo escrito por Raúl Pérez Torres. Desde las primeras líneas increpa duramente al presidente de la república. Me quedo lelo, en diez años ningún intelectual de la vieja guardia se había atrevido a tanto. Cuando me pasa la impresión, me siento contento. Mafalda está conmigo, me digo, y algunos pocos Quijotes que hemos alzado la voz contra un gobierno que nada entiende de cultura.
El problema de fondo en lo cultural no es administrativo, tiene que ver con la libertad de creación, como lo entendían Bretón, Picasso, Van Gogh o Guayasamín, sin pararse a reparar ni en las leyes ni en las normas que regulan la cultura. La libertad de creación está asociada a la sensibilidad del artista y nadie, mucho menos el Estado, le tiene que trazar las rutas por las que debe ir. La ley debe garantizar el cuidado de la obra, respetarla y nunca condicionar su creación.
Mashi Rafael está lejos de entender este detalle, mira la cultura desde la pragmática del costo-beneficio. “Si te doy, qué me das”, es la lógica del mandatario, con lo cual tiende a crear un arte mediocre y artistas sumisos. Malraux en Francia tuvo la inteligencia para comprender que la cultura es un atalaya universal desde el que el espíritu libre de los artistas interpreta el mundo.
Correa y su revolución quieren obligar a la cultura a aceptar su lógica: si la matriz tiene cuatro teatros y mil butacas, ¿por qué Portoviejo y Esmeraldas no tienen ni uno? Con lo cual crea un falso problema que, de inmediato, tendrá defensores y detractores. Mafalda es una niña muy inteligente para caer en esta trampa. Ella sabe que hay que defender la libertad de creación.
¿O tendremos que pelearnos por una butaca más o menos?
La Hora, 29-06-2016