LA DEMOCRACIA AUTORITARIA DEL CORREISMO vs. LA DEMOCRACIA DINAMICA DEL MOVIMIENTO POPULAR

Construir una tercera fuerza es la mejor garantía de que la dinámica social que ha acumulado el movimiento indígena y los trabajadores ecuatorianos no sea utilizada por las dos fracciones políticas del poder.

Alejandro Moreano

            La democracia en el Ecuador fue entendida, desde los orígenes de la república, como el derecho que tenían los terratenientes criollos, herederos del poder político después de la independencia, a elegir y ser elegidos. Por mucho que se quiera barnizar esta verdad, escrita está en las constituciones anteriores a la de 1830 y en las posteriores, hasta la de 1861, en la que, bajo la égida de García Moreno, se elimina el requisito económico (derecho censatario, ser propietario o tener rentas) para poder elegir.

            Habían pasado treinta y un años desde la fundación de la república. Los terratenientes forjaban un proyecto de nación excluyente, en el que indios, negros y mestizos eran vistos como un mal necesario para sostener sus privilegios. Si bien la Constitución garciana de 1861 eliminó lo económico como requisito para el derecho a la votación, estableció el de saber leer y escribir. Esta era una época en que la pobreza estaba asociada a la ignorancia por lo cual, en un porcentaje cercano al cien por ciento, la población siguió excluida de su derecho al voto. En la Carta Negra de 1869, el fanatismo católico de García Moreno impuso la profesión de fe católica como condición para el goce de los derechos de ciudadanía.

            A los 40 años de vida republicana la fiesta de la democracia se daba sólo en los salones de la aristocracia criolla, con la bendición de la Iglesia católica, apostólica y romana. El requisito de ser católico para ser ciudadano no puede ser interpretado sólo como un rasgo del fanatismo de García Moreno, sino como la punta del iceberg del proyecto de nación que tenían los conservadores, una nación de democracia dócil, reclinada ante los santos y los amos.

            Semejante proyecto estimuló la oposición liberal, que más que cuestionar la dominación, veía con espanto cómo los terratenientes aislaban al Ecuador del concierto internacional de naciones que avanzaba en el desarrollo capitalista. El Santo Católico cayó bajo el fulgor del machete liberal, pero no por eso la patria alcanzó su verdadera libertad. Con el liberalismo se moderniza la dominación junto a la democracia.

            Una democracia más moderna, sí, pero ¿diferente de la que primó durante el siglo XIX? Nada en lo esencial, pocos cambios en lo formal. Las reformas liberales tienen peso sobre todo porque están encaminadas a limitar los privilegios de la iglesia, no por sentar cimientos sólidos para cambiar la base productiva del país. De manera desordenada va surgiendo un sector económico funcional a las necesidades de la modernización capitalista, pero no en detrimento de la actividad hacendaria tradicional, con la cual comienza a coexistir paralelamente. Esta “plutocracia” liberal, aliada con los terratenientes, truncó el proyecto alfarista de construir el Estado-nación. De ahí en adelante, el Estado oligárquico, como antítesis del Estado-nación, es su obra.

            La democracia se adapta, entonces, a esta nueva realidad. Ahora ya no es propiedad de los conservadores, los liberales se han invitado por su cuenta y juntos aprenden a convivir. Tienen de por medio el negocio del Estado y la lucidez suficiente (instinto de clase) para permanecer unidos ante un nuevo protagonista social que va apareciendo, paulatinamente, en la medida que la nación se va modernizando.

            Desde la aprobación de la constitución liberal de 1906 hasta la primera dictadura militar de 1963 prevalece esta nueva democracia -en medio de asonadas, trifulcas, golpes de Estado, “revoluciones” y otras hierbas- que nos da, a los ecuatorianos, la sensación de ser modernos e “iguales” a los países del mundo capitalista, o, por lo menos, de estar en vía de serlo. Esta modernización tenía que ver más con las élites gobernantes que con los intereses de los sectores populares, los mismos que siguieron viviendo en la miseria, la ignorancia y la injusticia social. Fue la democracia del espectáculo en cuya tarima se hacían aplaudir los personajes de la oligarquía por un pueblo al que le habían dado, como una dádiva, el derecho de elegirlos.

            Esta democracia, que con parecidas características existía en toda América Latina, se ve amenazada por el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. La rebeldía de un pueblo contra una feroz tiranía se convirtió en un hecho sin precedentes cuando, en 1962, los guerrilleros declararon el carácter socialista de la revolución. Un pueblo diminuto se atrevía a mirarle a los ojos al gigante del norte.

            El poder norteamericano se vio obligado a sacudir sus viejos esquemas. Creyeron conveniente “modernizar” la agricultura y fomentar el desarrollo industrial, para lo cual era necesario esforzarse por mantener en el redil a los gobiernos latinoamericanos, porque, sin obediencia política, nada era posible. Ninguno se atrevió a desobedecer sus órdenes. La democracia yanqui se sacó la careta y, cuando no le funcionó la diplomacia, recurrió a la fuerza.

            El poder norteamericano y sus aliados criollos habían comprendido rápidamente que, a ese nuevo protagonista, había que darle un tratamiento. La primera dictadura militar en el Ecuador neutralizó la protesta popular por medio de la fuerza, y una falsa reforma agraria y, al finalizar la misma, los sectores dominantes volvieron a recurrir al caudillismo velasquista para hacerlo. El triunfo de Velasco en 1968 así lo demuestra. Pero las veleidades del caudillo no hacían apropiado el ambiente político para la consumación de los intereses de la modernización capitalista, en un momento en que el Ecuador destapaba los pozos petroleros de la Amazonía. Una década de dictaduras militares mantuvieron controlado el ascenso de las masas que comenzaban a reclamar su participación efectiva y dinámica en la construcción de la nación.

            Con una nueva constitución, aprobada en referéndum en 1979, el Ecuador “retorna a la democracia”. La aprobación de una ley de Partidos demuestra que las intenciones de los sectores dominantes eran modernizar la política, convirtiendo a la democracia en una nave estable conducida por entidades ideológicas fuertes, se decía, incluida la izquierda. Después de la muerte de Jaime Roldós, este proyecto se puso en marcha.

            Los tambores del neoliberalismo anunciaban la superación del desarrollismo cepalino que, en las dos décadas precedentes, había cumplido su misión de cambiar la superficie para que el fondo siguiera igual. El neoliberalismo en América Latina, que tuvo su performance adelantada en la dictadura cruenta de Pinochet, se comienza a extender como una mancha de aceite por todo el continente. En el Ecuador, todos los gobiernos, a partir del de Oswaldo Hurtado, son más-menos neoliberales, incluido el de Rodrigo Borja. El neoliberalismo en el Ecuador orquesta, planificada y sistemáticamente, el marco económico, político y social, ya no para neutralizar la insurgencia popular que alcanza su punto más alto al comenzar la década de los noventa, con la irrupción del movimiento indígena, sino para encapsular la protesta en las normas de su democracia. “Nosotros también somos parte del Ecuador y no necesitamos invitación para participar. Aquí estamos y esta es nuestra propuesta”, fue el mensaje claro de los sectores populares, ahora representados en el Movimiento Indio. La democracia del espectáculo llegaba a su fin. Los sectores sociales que hasta aquí sólo habían estado dedicados a aplaudir a sus actores, reclamaban su derecho a participar en la fiesta.

            Las fuerzas coaligadas de la derecha, el llamado centro incluido y, la seudo izquierda, terminaron conformando la “partidocracia”. Ese proceso culminó con la aprobación de la Constitución de Sangolquí (1998) en la que la oligarquía, de forma voraz y desesperada, abrió todos los grifos para privatizar la economía. En 1999 la partidocracia termina su obra con la movida maestra del feriado bancario. La rapacidad oligárquica desató una reacción violenta de las masas que sólo se pudo controlar, institucionalmente, permitiendo el surgimiento del populismo. Gobiernos como los de Bucaram y Gutiérrez fueron válvulas de escape a la presión popular.

            En estas circunstancias no había nadie que planteara una alternativa política. La izquierda, que era la llamada a hacerlo, estaba subsumida en las versiones “más progresistas” del centro, sin capacidad, ni orgánica, ni política, ni de representación, para orientar la lucha popular, a la espera de que algo sucediera. Ese algo vino a ser la propuesta de Alianza País y el liderazgo de Rafael Correa.

LA DEMOCRACIA AUTORITARIA DE CORREA COMO INSTRUMENTO DE LA “RESTAURACION CONSERVADORA.”

            Creo que el nuevo milenio no comienza realmente en el año dos mil, sino en el dos mil siete, cuando la crisis total del capitalismo financiero amenaza con hundir su civilización. Esta no es una crisis más, circunscrita a lo económico, como todas las anteriores. El barco del sistema ha comenzado a flotar con el agua por arriba de la línea normal de navegación. En su seno, este barco lleva la carga preciosa de la humanidad, con todos los recursos que necesita para su sobrevivencia. El poder mundial sigue pensando en soluciones que preserven sus privilegios, pero ante el peligro inminente del naufragio, las grandes masas desprotegidas presionan, desde abajo, para también salvarse. Esa presión interior condiciona la conducta de las minorías privilegiadas a nivel mundial.

            En lo político, la democracia occidental, a comienzos del nuevo milenio, comienza a ser víctima de sus propios principios. Si no se permite la intervención de las grandes mayorías en los asuntos del Estado se corre el riesgo de vivir un cambio radical de la estructura del poder tradicional. La “democracia del espectáculo” quedó atrás, la “representativa” ya no era suficiente y, la “participativa”, es una farsa. Las necesidades históricas del sistema aconsejan que se suelte un nudo en la coyunda de las masas y estas entren en un proceso directo de participación democrática, siempre y cuando se cumplan dos requisitos: conservar el estado como instrumento ejecutor del proceso y, por medio de él, mantener el poder político.

            En este escenario aparecen los llamados gobiernos “progresistas” de América Latina, adornados con la novedosa “teoría” del Socialismo del Siglo XXI y la espeluznante consigna de que, para hacer la revolución, hay que fortalecer el capitalismo.

            Esta “teoría” calzaba perfectamente en las necesidades del capitalismo mundial, amenazado por el empuje radical de las masas urbanas y rurales de Europa, Norte América, América Latina, África, Medio Oriente. El movimiento de los “indignados” es el símbolo icónico de este proceso y las corrientes migratorias generalizadas en el mundo, su huella más trágica. China, en el vórtice, parece indicarnos un nuevo camino, ocultando, detrás de sus impresionantes índices de crecimiento, que el reacomodo del sistema pasa por la construcción de una nueva hegemonía mundial. El viejo imperialismo norteamericano encuentra nuevas formas de mimetismo, obligándose a ceder parte de su poder económico, pero conservando, e incrementando, su capacidad bélica, con lo cual garantiza conservar intactas sus estructuras.

            El triunfo electoral de Hugo Chávez en 2002 inaugura el ciclo del “progresismo” en América Latina. En el 2006 triunfa Rafael Correa en el Ecuador. El alto grado de descomposición moral, la crisis económica y política, el desaliento generalizado de las masas, era un campo propicio para que floreciera la esperanza. Con un listado reivindicativo de cinco puntos, sin programa, sin partido, sin ideología, pero con cánticos de la mejor época de la rebeldía cubana y con un discurso secuestrado a la dirigencia revolucionaria de la izquierda universitaria, triunfó la llamada Revolución Ciudadana.

            ¿Qué había detrás de este triunfo? Simplemente la imperiosa necesidad del capitalismo corporativo mundial de revitalizar su democracia como mecanismo idóneo para la “restauración conservadora”.[i] A nivel local no se perciben las cosas de esa manera, si en la perspectiva de la dominación mundial.

            A nivel local surgen como procesos espontáneos de reivindicación popular y como reacción a la descomposición generalizada de la sociedad. Un líder carismático se apropia del proceso, arrastra con él a la oposición en su más amplio abanico -que va desde la “izquierda racional” hasta el centro “progresista”- y, con un entusiasmo cuasi revolucionario, se enfrenta a la realidad del poder. Instalado en él se da cuenta de que, para aguantar la presión colosal del sistema mundial, se necesita algo más que sentimientos de conmiseración y pena por el pueblo, algo más que simple caridad cristiana, algo más que buenos sentimientos de Boy Scouth; se da cuenta de que se necesita ideología, valentía y convicciones revolucionarias. El plan de dominación mundial, que tiene que ver con garantizar la extracción de recursos naturales a nivel planetario, termina por tragarse a los seudo líderes que se conforman, entonces, con bajarle “revolucionariamente” un grado a la pobreza. Cuando eso sucede, de ahí en adelante, todo es una farsa. La sociedad maquillada sigue sosteniéndose sobre los mismos pilares de siempre. Para poder controlarla hoy, como nunca antes, se implementa, lo que definimos como una “democracia autoritaria”, instrumento de la cual es, precisamente, Rafael Correa Delgado.

            El viejo imperialismo sabía, a ciencia cierta -después de la Segunda Guerra Mundial-, que la democracia, para sobrevivir, tenía que hacerse cada vez más autoritaria. La intervención directa, practicada a comienzos del siglo, había agotado sus posibilidades en Granada y, el apoyo a regímenes dictatoriales como el de Pinochet, primero y, después, a las dictaduras del Cono Sur, hacía crecer una poderosa corriente condenatoria a sus prácticas imperialistas. Necesitaban restaurar su imagen, cubrirla de un nuevo aire.

            Así como a nivel local la “teoría” del Socialismo del Siglo XXI le vino como anillo al dedo a las necesidades de la modernización capitalista, a nivel internacional el capitalismo corporativo mundial encontró, en los gobiernos “progresistas” que la sostenían, la panacea apropiada a las necesidades de la “restauración conservadora”. Esto no es sino una muestra de cómo el entusiasmo reformista del escultismo continental y la ingenuidad revolucionaria -que sabe lo que dice, pero ignora en lo que se mete-, puede ser utilizada para reforzar la dominación imperialista o para comprobar cuan verdadero es el refrán popular de que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

LA DEMOCRACIA DINÁMICA COMO ALTERNATIVA

            Ñucanchic Socialismo, nuestro socialismo, es un movimiento político que ha tomado distancia de la izquierda reformista en el Ecuador, del estalinismo, de esa izquierda inconsciente que cree en la lucha armada como solución inmediata y de todos aquellos que no comprenden que, en este cambio de época, se impone la necesidad de nuevos planteamientos. La valentía del revolucionario, hoy por hoy, consiste en librar una batalla teórica frontal contra los errores del pasado socialista y contra la ofensiva neoliberal, dos frentes que exigen valor y autenticidad intelectual.

            Lo nuevo en la izquierda no es la lucha coyuntural, inmediatista, las tácticas más o menos novedosas para tumbar un gobierno burgués que a duras penas cumple con las normas de la democracia russoniana. Es la hora de los planteamientos estratégicos, de largo alcance, que columbren un futuro diferente para la humanidad y para nuestro pueblo como parte de ella. La política como arte y como ciencia, hoy se encuentra condicionada por la amenaza real del fin de la civilización burguesa. La política que no toma en cuenta este particular es una política ciega e inútil que en nada contribuye al parto de una nueva vida.

            Las nuevas ideas surgen de enriquecer lo mejor del pensamiento revolucionario de occidente con el espíritu de vida que tiene el pensamiento ancestral americano y, para nosotros, ecuatorianos, el pensamiento andino. Ese nuevo enfoque integral de los problemas de la sociedad actual nos tiene que marcar la ruta hacia una nueva civilización, caracterizada por el trabajo creador y el equilibrio en la distribución de la riqueza social.[ii]

            En lo que a la democracia se refiere, Ñucanchic Socialismo cree que la democracia burguesa ha agotado todas sus posibilidades. Es inútil seguir dando la vuelta a la noria y absurdo seguir ilusionados tras a zanahoria que va delante de nuestras narices. Ñucanchic Socialismo, nuestro socialismo, toma también distancia de aquellos sectores intelectuales “progresistas” que creen que la democracia burguesa puede ser mejorada, ajustada o calibrada, en dependencia del grado de sinceridad de quienes están en el poder, que creen que una mejor democracia es sólo una cuestión de “estilo”. Ese es un discurso falso en el cual se mueven, desde la “izquierda racional”, hasta el centro progresista, incluida, por supuesto, la más recalcitrante derecha. Para Ñucanchic Socialismo, la democracia está directamente relacionada con la participación de las masas en el poder político y, por ende, en las decisiones del Estado, requisito que, estructuralmente, es imposible de cumplir en la democracia russoniana.

            El último acto de la democracia burguesa será, precisamente, permitir, por ley, la participación de las masas organizadas en la disputa electoral, representadas por una vanguardia político-espiritual que, luchando junto a ellas, sintetice sus aspiraciones. Ñucanchic Socialismo, nuestro socialismo, se está construyendo como esa vanguardia, no de forma clandestina, sino abierta, prevalido del derecho que la democracia burguesa le da. Para nuestro socialismo una democracia dinámica significa la movilización permanente de las masas, antes para alcanzar el poder y, después, para construir la nueva sociedad.

            Una movilización permanente de las masas en el marco de la democracia burguesa significa que, desde lo local hasta lo nacional, las masas se deben movilizar para luchar por sus derechos. No por delegación, sino por participación, se deben hacer realidad las aspiraciones del pueblo. Esto crea un liderazgo colectivo y entierra el caudillismo. Si cae un líder (por debilidad ideológica, por agotamiento, en fin, por obra del enemigo), otro que sabe tanto como el caído, toma su lugar; igual si sucede a nivel cantonal, provincial, regional o nacional. La marcha no se detiene nunca. [iii]

            Para impedir un proceso de esta naturaleza, el poder constituido (burgués), tendría que hacer uso de la fuerza e imponer una dictadura, lo que legitimaría, de inmediato, la insurrección popular. Una insurrección generalizada de las masas en todo el territorio nacional pondría fin a una dictadura en un mínimo de tiempo.

            Lo que puede garantizar el éxito de un proceso de estas características es la existencia de una vanguardia político-espiritual, forjada en lo mejor de la teoría revolucionaria de occidente enriquecida por el pensamiento ancestral, en el aprendizaje atento de los errores cometidos en las experiencias del socialismo del siglo XX a nivel mundial y latinoamericano y en la superación teórica del mal llamado “socialismo del siglo XXI.” Hay que desenmascarar su concepción de que para hacer la revolución hay que desarrollar más el capitalismo.

            Otra teoría es necesaria para crear otro tipo de civilización. Nada podremos cambiar si seguimos adornando, con renovadas lentejuelas, las viejas teorías. El reto más importante que nos toca afrontar a los revolucionarios del nuevo milenio, es estar preparados, teórica e ideológicamente, para adentrarnos con paso firme en la nueva época que está naciendo.

      

[i] En una interpretación, más técnica que política, Pablo Dávalos sostiene que Alianza País surge cuando se ha agotado el neoliberalismo del Consenso de Washington y está surgiendo el neoliberalismo en la versión del Banco Mundial. Véase: Dávalos, Pablo: Alianza País o la reinversión del poder. Ediciones Desde Abajo, Bogotá, 2014, pg. 35 y ss.

[ii] Véase: Oviedo Rueda, Jorge: Del Estado, la izquierda y la revolución en el Ecuador, Edit. Letramía, Quito, 2015.

[iii] Las marchas convocadas por la CONAIE y el movimiento popular en agosto de este año y las anunciadas para los próximos días, se inscriben en la concepción de la “democracia dinámica” propuesta por Ñucanchic Socialismo. El anuncio de que se quiere derrocar a Correa es una tesis infiltrada por la derecha en el seno de las protestas populares. El régimen tiene pavor de las movilizaciones porque sabe que en ella se forjan los líderes del movimiento popular, se ajusta la plataforma de lucha y se preparan los planteamientos programáticos para el futuro. Ñucanchic Socialismo se inscribe en esta dinámica.

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3 respuestas a LA DEMOCRACIA AUTORITARIA DEL CORREISMO vs. LA DEMOCRACIA DINAMICA DEL MOVIMIENTO POPULAR

  1. Oscar dijo:

    Quisiera hacerle algunas observaciones a su documento:
    1. Ud. dice:
    «Esta democracia, que con parecidas características existía en toda América Latina, se ve amenazada por el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. La rebeldía de un pueblo contra una feroz tiranía se convirtió en un hecho sin precedentes cuando, en 1962, los guerrilleros declararon el carácter socialista de la revolución. Un pueblo diminuto se atrevía a mirarle a los ojos al gigante del norte.»
    Se ve que Ud. es un ferviente admirador de la “Revolución Cubana” donde un grupo de guerrilleros (no el pueblo, aunque tenían apoyo popular), liderados por Fidel Castro y el Che Guevara cambiaron una dictadura por otra mucho peor y que ya dura más de 50 años.
    2. Se olvida que Velasco fue también dictador en 1970.
    3.En 1979 se instaura la partidocracia es decir el oligopolio político de los partidos.
    4.Demuestre que todos los gobiernos desde Oswaldo Hurtado fueron “neoliberales”,yo le puedo dar un gran ejemplo de lo contrario: el mismo Hurtado, impuso la sucretización que fue perfeccionado por León Febres Cordero y permitió a muchos empresarios pudientes comprar en dolares propiedades en el exterior (por ejemplo,Miami) y pagarlas en sucres devaluados. Todo lo contrario de la doctrina neoliberal que hubiera recomendado “dejelos quebrar”.
    5.La “crisis total del capitalismo” nos amenaza desde hace muchos años y no precisamente desde el 2007 y es global, sistémica y multiple y puede llevar al fin no solo del capitalismo sino de la humanidad, hay científicos que marcan el 2100 como el año de la extinción de la humanidad (http://noticias.universia.es/cultura/noticia/2015/07/29/1129012/nueva-investigacion-predice-fin-tierra-2100.html).
    6.Las corrientes migratorias son una consecuencia directa del cambio climático que se ha manifestado en sequias graves en el Medio Oriente y en el Mediterraneo. En cuanto a China, ha crecido por ser un gran proveedor de mano de obra barata a distancia de los Estados Unidos, pero ese crecimiento está amenazado por el repunte energético de este país que ya no necesita de esa mano de obra porque la puede sustituir por combustibles fósiles.
    7.Lo que Ud. llama “democracia autoritaria” no es lo mismo de siempre, es una nueva manera de dictadura.
    8.Los gobiernos “progresistas” a lo que más han contribuído es al crecimiento geopolítico chino el cual se está derrumbando ultimamente. Por otro lado, no se puede hablar de “restauración conservadora”, no hay nada más conservador en el Ecuador que el hiperpresidencialismo de la Constitución de Montecristi, a la cual Ud. no se refiere.
    9.Lo coyuntural debe estar en consonancia con lo estratégico, por tanto, un cambio constitucional y de gobierno es necesario ahora.
    10.Estoy con la Democracia Participativa, sin embargo, su descripción es muy suscinta.
    11.Ud. se autocataloga como “vanguardia” y afirma que la disputa electoral suya junto con la movilización de las “masas” harán posible los cambios. Se olvida que los cambios indispensables requieren también de mayores libertadas individuales y colectivas, imposibles con este marco jurídico y constitucional.
    12.Paradojicamente no es una nueva época la que está naciendo sino que hay una humanidad en peligro de extinción que requiere un cambio civilizatorio gigantesco para sobrevivir.

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    • modesjor dijo:

      Hola Oscar: no veo por qué usa un tono polémico en su comentario si está de acuerdo conmigo en casi todo lo que digo, salvo en lo siguiente que paso a comentar:
      1. Claro que fui admirador de la Rev. Cubana. En su momento fue el acontecimiento más importante de una humanidad anhelante de cambios. Si usted en ese tiempo fue indiferente a este hecho, puede haberse debido a que no tenía conciencia de lo que pasaba. Que en el proceso de construcción del socialismo se hayan cometido errores, es harina de otro costal.
      2. Todos los gobierno desde Hurtado hasta Mahuad fueron más-menos neoliberales es algo que no se puede dudar, peor discutir.
      3. Yo soy partidario de una democracia «dinámica», no participativa que considero ha fracasado en todas partes.
      4. Siu la humanidad está en peligro, como usted dice, ¿no le parece que hay que cambiar? Ese es el cambio de época, amigo, requsito para sobrevivir. Saludos.

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      • Oscar dijo:

        Estimado Jorge:
        1. Yo si tengo conciencia del fracaso de la «Revolución Cubana» y de su «socialismo» que no es otra cosa que un extremo estatismo dictatorial y lo fue desde el comienzo.
        2. Yo si discuto lo que Ud. dice que no se debe discutir y le he dado argumentos, Ud. no lo ha hecho.
        3. No se lo que es la «democrácia dinámica», por tanto no puedo opinar al respecto, en su documento no la describe. En cuanto al fracaso de la Democracia Participativa, indiqueme donde se aplicó, yo no se de ningún lugar.
        4. De acuerdo, hay que generar un cambio de época, no ocurre espontaneamente.
        Por último, lo siento por mi tono polémico, yo me guio por el principio «suave con las personas, duro con las ídeas».
        Saludos

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