2. LA DEMOCRACIA EN AMERICA LATINA

            Los sistemas políticos en América Latina fueron clonados del viejo continente. Tres largos siglos de colonialismo directo crearon una estructura económica, política y social que condicionó su existencia después del proceso independentista. El ideal bolivariano de crear naciones modernas sustentadas en economías pro-capitalistas, fracasó ante el peso abrumador de los intereses terratenientes enraizados en la colonia. A excepción de los Estados Unidos, la colonia, en América Latina, se prolongó, prácticamente, durante todo el siglo XIX.

            La Independencia creó los moldes formales de las nuevas naciones, nada más. Desde México hasta la Patagonia se promulgaron constituciones de élite, que favorecían a los sectores herederos del poder colonial e ignoraban a las grandes mayorías de indios, negros, cholos y mestizos, para las cuales nada cambió. Sobre la explotación pre-capitalista del campesino indio, básicamente, se fueron construyendo las naciones formalmente independientes, pero con fuertes raíces coloniales.

            La insurgencia liberal, que comienza a extenderse en América Latina a partir de 1870, cambia parcialmente esta situación, pero no de raíz. Puede decirse que con el liberalismo se inicia el proceso de formación del Estado-nación en América Latina, pero no que surge, porque es un proceso que se muestra desigual en todo el continente. México, Argentina, Chile y Venezuela son una especie de vanguardia y otras zonas, como la región andina, se ubican a la retaguardia.

El Estado-nación, como concepto, no se refiere sólo a la delimitación territorial, ni a la institucionalización del Estado, ni a la implantación de la educación laica y la separación de la Iglesia del Estado, u otras conquistas típicamente liberales, sino al éxito o no en la implantación de las relaciones de producción capitalistas y la eliminación de los rezagos coloniales. En ese cambio medular, ningún Estado latinoamericano alcanza sus objetivos, por lo menos, hasta después de la segunda guerra mundial.

El liberalismo moderniza el Estado colonial en América Latina, cierto, pero comienza a hacerlo justo cuando la economía norteamericana está entrando en su fase de desarrollo monopólico. Esta circunstancia organiza, a nivel continental, el neocolonialismo. La democracia russoniana no sólo de forma, sino de contenido, comienza a nacer en América Latina condicionada por los intereses expansivos del capitalismo norteamericano, circunscrita, apenas, al derecho al voto de los ciudadanos. El marco de incultura dominante, de discriminación racial, de analfabetismo, de desempleo, desigualdad social, ignorancia generalizada, convertía a esa democracia en un sistema platónico en el que las élites estaban destinadas a gobernar, los militares a garantizar el orden y las masas a trabajar para sostenerlo. La democracia europea, o norteamericana, descrita por Bobbio en su obra, prácticamente no existía en América Latina, apenas, si acaso, un ligero retoño que se suponía debía crecer y fortalecerse.

Pero ¿cómo podía crecer y fortalecerse la democracia, si teníamos el techo del imperialismo norteamericano? Agustín Cueva las llamó “democracias restringidas”.[i]

El análisis de “esas” democracias arroja un solo resultado: hegemonía económica norteamericana y docilidad política de los gobiernos locales al poder yanqui. Eso es lo que llamamos neocolonialismo.

En México, Brasil, Argentina se vivieron procesos nacionalistas, conducidos por el populismo, que elevaron el nivel de la democracia acercándola un poco más a los parámetros de Bobbio, pero sin llegar a estabilizarse en los niveles de la democracia europea o norteamericana, lo que logró distinguirlos del resto de países de la región. En ellos, paradójicamente, podemos ver una mayor injerencia de los intereses norteamericanos que ha hecho de la democracia un factor más de dependencia que no de independencia y libertad.

Dice Cueva que en nuestros países no será posible hablar de democracia plena mientras no conquistemos la plena soberanía.[ii] Un solo país lo hizo en el siglo XX, Cuba. Salvador Allende en Chile fue masacrado por la CIA imperialista cuando quiso ampliar la democracia formal para convertirla en una de contenido popular. La fuerza, la persuasión, el chantaje económico, la amenaza, la deuda externa han sido recursos utilizados por el poder norteamericano para conservar a América Latina como su patio trasero. La gesta cubana, con líderes como Fidel Castro y el Che Guevara, fue encapsulada por el imperio, cercándola comercialmente y atacándola a nivel mundial en cuanto foro era posible como la antítesis de la democracia occidental.

Desde la segunda guerra mundial esta democracia ha buscado desarrollarse y consolidarse, objetivos que se han logrado, sin duda, en tanto ningún otro país, después de Cuba, ha lanzado una estocada profunda contra su integridad. Un rebaño apacible, con dificultades lógicas, según dicen sus defensores, pero con mecanismos y recursos para superarlas. Cuando la calma se vio amenazada, no se tuvo reparos en recurrir al fascismo, como sucedió con los regímenes dictatoriales del cono sur, Pinochet incluido.

Pero esa calma estaba asentada sobre el magma del descontento popular en toda América Latina. Pese a la propaganda y los esfuerzos mediáticos generalizados por defenderla, no tenía respuestas concretas a las elementales exigencias de las masas. El fin del siglo traía consigo pronósticos apocalípticos. La caída del “socialismo real” le exigía soluciones más realistas al sistema democrático, que no se las veía venir por ningún lado. El propio sistema, estructuralmente, crujía por dentro.

La izquierda latinoamericana, después de la caída de la URSS, como que dejó de representar las aspiraciones de los pueblos. Perdió la fe en sus capacidades de liderazgo. Las masas quedaron inermes frente a la ofensiva del neoconservadurismo mundial. El mundo unipolar que había surgido después de la debacle socialista les negaba, con más fuerza, su derecho a ser protagonistas de la historia y les invitaba, cordialmente ahora, a ocupar su lugar de relleno, de complemento de la “perfecta democracia.”

Pero el nuevo milenio, antes de que termine su primera década, se verá sacudido por la más profunda crisis de la economía capitalista jamás conocida. Se trata (porque no ha pasado) de una crisis múltiple que afecta a todos los niveles del sistema, una crisis civilizatoria que va más allá de lo estrictamente económico. El poder mundial se vio obligado a auto inyectarse el suero revitalizador de unos cuantos miles de billones de dólares para salvar su vida. Al mundo le quedaba claro que, de aquí en adelante, el poder del capitalismo financiero inauguraría nuevas estrategias en la defensa de su democracia.

Surge, con el nuevo siglo en América Latina, una corriente de pensamiento que trae el novedoso membrete de Socialismo del siglo XXI. Dice haber asimilado los errores cometidos por el socialismo real del siglo XX y revitaliza las concepciones reformistas de la socialdemocracia mundial sosteniendo la novedosa y escalofriante consigna de que para hacer la revolución, hay que fortalecer el capitalismo. Es en ese marco conceptual que se inscribe, en el Ecuador, el proceso de la Revolución Ciudadana. Veamos.

  1. LA DEMOCRACIA AUTORITARIA DEL CORREISMO vs. LA DEMOCRACIA DINÁMICA DEL MOVIMIENTO POPULAR

[i] Véase: Cueva, Agustín: Las democracias restringidas en América Latina. Elementos para una reflexión crítica, Quito, Editorial Planeta-Letraviva, 1988.

[ii] Cueva, Agustín: Vigencia y urgencia del “Che” en la era del neoconservadurismo, Ponencia, Buenos Aires, 1988.

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6 respuestas a 2. LA DEMOCRACIA EN AMERICA LATINA

  1. Patricio dijo:

    Veo que como toda la vieja izquierda Ud. sigue venerando los viejos íconos del pasado al decir:
    «La gesta cubana, con líderes como Fidel Castro y el Che Guevara…» cuando lo que hicieron fue derrocar a un dictador Batista, para imponer una dictadura mucho peor y que ha durado más de 50 años. No en vano cita Ud. a Agustín Cueva, un ideologo de la vieja izquierda (1988).

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    • modesjor dijo:

      Es usted un troll? Si es así debe estudiar más. No es Cristo lo que importa, sino el cristianismo, no es el Che, sino el socialismo y de eso usted parece no entender nada. Eleve su nivel y podremos polemizar.

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      • Patricio dijo:

        Ud. sabe que yo no soy un troll, estoy perfectamente identificado por Ud. Si la polémica es sobre el socialismo, hable sobre el socialismo y no sobre sus falsos mesias Fidel y el Che y no los compare con el verdadero Mesias: Cristo. Solo ahí podemos elevar el nivel del debate.

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  2. modesjor dijo:

    No tengo ni la menor idea de quién eres. Patricio qué? De todas maneras te recomiendo rebatir las cuestiones de fondo, no las superficiales.

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  3. Patricio dijo:

    Lea alguna vez su correo electrónico (es joviedo@lahora.com.ec, verdad?). No me parece que debatir sobre el mesianismo y la vieja izquierda sea un tema superficial. Por otro lado, acusarme de ser troll para no debatir es un clásico ejemplo de la falacia «ad- hominem», es decir desacreditar al detractor para no rebatir sus argumentos.

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    • modesjor dijo:

      Marcelo Salvador. Usted me conoce desde hace mucho tiempo por mis artículos en La Hora, yo de usted se muy poco. Qué tal un acercamiento mínimo? ¿Cuál es su perfil profesional? ¿Está usted vinculado a La Universidad Andina? ¿es católico, apostólico y romano? ¿hay algún libro suyo que yo pueda conocer? Estos y otros datos me parecen necesarios para ganar «confianza» en la polémica. Saludos.

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