Una mezcla de compasión y rabia me ha producido la noticia de que la Revolución Ciudadana llama a Ricardo Patiño para “fortalecer de nuevo” las bases de Alianza País. Compasión porque hace nueve años estos seudo revolucionarios no dan pie con bola y rabia porque, a nombre de la revolución socialista, destruyen el futuro del pueblo.
El que menos sabe está enterado de que una revolución verdadera es una guerra que se libra, no con balas de algodón, sino con municiones verdaderas. Una guerra entre el peso del pasado persistente y el tierno futuro que reclama la vida; entre los intereses de los que todo lo tienen y los que carecen hasta del aire para respirar; una guerra civil, en la que unos ecuatorianos tendrán que verse con otros.
En el Ecuador de la revolución ciudadana se ignora esta verdad de parte y parte. La derecha y todos sus disfraces (centro, populismo, izquierda reformista) se esmeran en disputar a la neo derecha (correismo y sus aliados oportunistas) el derecho a hacer lo mismo pero con “otro estilo”, con lo cual ubican en un terreno falso el verdadero conflicto político. Todas las “caricias” que estos angelitos se hacen son falsas, se trata de una rencilla entre capos de barrio por el control de una cuadra.
En nueve años la propaganda correista no ha podido sepultar a sus adversarios, ni sus adversarios han podido noquear a la revolución ciudadana, lo que demuestra que están bailoteando en el ring sin intención de hacerse daño; pero al cabo de este tiempo Rafael Correa siente que la oposición se está fortaleciendo y, para evitar la catástrofe, se ve obligado a tomar medidas. Una de ellas es llamar al Supermán del proceso, al talla única de la revolución, el super canciller Ricardo Patiño, al que ahora el pueblo llama el Supertiño, para que “fortalezca de nuevo” las bases de Alianza País.
Lo conozco personalmente. Mientras los socialistas revolucionarios luchábamos teórica y prácticamente por el pueblo, él crecía bajo el ala de León Roldós Aguilera. Mientras nosotros creíamos que era necesario construir un partido ideológico, sólidamente orgánico, capaz de enfrentar, junto a las masas, al enemigo de clase, él pensaba que eso era infantilismo. Rafael Correa confía en este hombre. No podía ser de otra manera, rodeado de cafiches oportunistas que desde antes de él vivían chupándole la teta al Estado, Patiño aparece como un super revolucionario, lo que evidencia cuán endeble y caricaturesca es esta revolución.
El que menos sabe está enterado de que en una revolución verdadera se triunfa o se muere, pero sabe también que no hay que dejarse matar impunemente. Para que la muerte no sea inútil hay que estar con las masas, porque desde comienzos del siglo pasado toda revolución la han hecho las masas. Una revolución no se la hace pidiéndoles a los super héroes que la vengan a salvar, se la hace porque las masas empujan el proceso desde abajo. Correa le pide a Patiño que salve “su” revolución, aquella que hasta hoy no ha hecho otra cosa que desarrollar el Estado-nación y pagar la deuda social que desde la colonia los terratenientes y la oligarquía se han negado a hacerlo, es decir, le pide que defienda, con su propia vida, la dominación.
Tiene derecho a morir por “su” revolución, pero ya es demasiado tarde para buscar el apoyo de las masas. Yo creo que la Revolución Ciudadana se quitó la máscara después de aprobar la Constitución de Montecristi. Estos nueve años de “práctica ciudadana” dejan en claro que Rafael Correa no empuja un proceso popular. Algunos creen que esta verdad hay que demostrarla, yo creo que es mejor combatirla. La Revolución Ciudadana no tiene un partido ideológico que sea capaz de lanzar consignas en los momentos históricos oportunos. Si Patiño sale a las calles a defender su revolución, es un asunto suyo, pero las masas revolucionarias en el Ecuador van por otro lado.
El que menos sabe está enterado que en una revolución verdadera los conflictos de clase sólo se pueden resolver por la fuerza, pero la fuerza emergente tiene que ser la de las masas, una fuerza revolucionaria. La gresca política que libran las pandillas de la Revolución Ciudadana y de la oposición romperá algunos huesos, dejará algunos contusos, inclusive podrá matar alguna gente, pero dejará las cosas como están. No se puede caer en esta trampa. El barniz de socialismo que cubre la personalidad de Ricardo Patiño no puede engañar al pueblo. Hay que darle luz verde para que defienda “su” revolución, pero la revolución del pueblo es otra, está a la izquierda de Correa.
¿Quién dice que las reformas de Correa no son válidas? Claro que lo son y sólo un izquierdismo, este si infantil, puede negarlo. El Ecuador necesitaba carreteras, nueva Constitución, reforma del Estado, mejor educación, salud, pero todos esos logros de la RC son tibios ante el empuje de la revolución popular. Sólo los ciegos no pueden ver que el correismo ha sido, y con mucho, uno de los mejores gobiernos burgueses que el Ecuador ha tenido, pero que es apenas un juego de niños ante las tareas de una verdadera revolución.
El que menos sabe está enterado que el cambio revolucionario se construye con el triunfo en pequeñas batallas. Con el impulso de la revolución ciudadana -así como el luchador marcial aprovecha la fuerza del contrincante-, la revolución popular vencerá al correismo para hacer el cambio revolucionario.
Los Superhéroes como Patiño sólo pueden hacer milagros en mentes afiebradas como las de Rafael Correa. Son héroes de mojiganga, marionetas feroces de un teatrino artificial en el que un guionista malévolo les ha puesto a actuar para burla de la Historia.
Yo reconocí como un mérito el triunfo electoral de Alianza País en el 2006. Se lo dije personalmente a Patiño y le recordé que su jefe había dicho en alguna parte que este proceso se debía hacer con los mejores hombres. Le dije, modestia aparte, que yo era un soldado de la revolución socialista. Llámame si necesitan gente honesta. Al despedirnos me tocó el hombro y me preguntó: ¿no crees que debe ser al revés, qué tú me llames a mi? Nada le contesté y me fui. Por supuesto que nunca le he llamado.
A los nueve años me permito responderle al ahora Supertiño, al “salvador” de la Revolución Ciudadana: no es el poder el que tiene la razón, es la Historia y yo estoy con ella, no con el poder.
Decir que el gobierno de Correa es bueno es un absurdo
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Señor P: lo absurdo es imaginar que gobiernos como los de la partidocracia ( F. Cordero, Mahuad, Alarcón, Gutierrez, etc., etc.) fueron mejores que el de Correa, pero frente a lo que puede hacer un gobierno verdaderamente revolucionario, que se ubique a la izquierda de la RC, la obra de Correa será insignificante.
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Ud. me da la razón al comparar al gobierno de Correa con los peores de los últimos años, afortunadamente fuimos capaces de derrocar a algunos de ellos como los de Mahuad, Gutierrez y a alguien mucho peor que ellos, que Ud. no menciona: Abdalá Bucaram. Pero no lo compara con gobiernos mejores como el de Rodrigo Borja.
Pero para mi una de las más discutibles de sus afirmaciones es: «El que menos sabe está enterado de que una revolución verdadera es una guerra que se libra, no con balas de algodón, sino con municiones verdaderas», es decir Ud. propone una revolución violenta. Desafortunadamente, una revolución violenta no pueden hacerla solamente las «masas» como Ud. dice sino que para enfrentar a un ejercito profesional y bien armado hace falta otro de igual magnitud y desde luego con el apoyo de las masas. Un ejercito siempre requiere disciplina ferrea y obediencia ciega, por tanto si llega a darse una revolución de ese tipo, el poder pasará de una oligarquía a otra que será la que controle al nuevo ejercito «revolucionario» o «popular» o «de clase» como Ud. quiera llamarlo y no estará bajo control democrático del pueblo.
A Ud. le gusta la Historia y por tanto debe recordar los resultados de la Revolución Francesa, a ésta siguió un regimen de terrorismo de estado y luego la reconstitución del imperio con Napoleón y tomaron muchos años llegar a la liberalización del estado y a la república.
En el caso de la Revolución Rusa además de la violencia inicial, al cabo de algunos años se apoderó del poder un dictador sanguinario: Stalin quien provocó millones de muertes para imponer su modelo económico estatista centralizado (mal llamado «socialismo real»).
Por último, me gustaría que Ud. nos aclare cuales son » las reformas de Correa que son válidas». Yo no las veo por ningún lado.
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