¿DIALOGO O DISCUSION?

Creo, amigo lector, que usted estará de acuerdo conmigo en que dialogar no es lo mismo que discutir. Se dialoga entre quienes están de acuerdo, entre quienes tienen una misma visión de los problemas y de sus soluciones, entre los miembros de un mismo gremio que, a pesar de sus discrepancias de estilo, al final ceden sus posiciones para que prevalezca el objetivo final, la meta común que persiguen los partícipes del diálogo.

La discusión se da entre grupos de intereses antagónicos y no por ser tal es indeseable. Es tan válida como el dialogo y sus resultados siempre son positivos para la sociedad en su conjunto, porque suponen la superación de las diferencias represadas a través del tiempo. Ñucanchi Socialismo, Nuestro Socialismo, cree más en la discusión que en el dialogo. Veamos por qué.

“El país que queremos” es el tema general propuesto por el gobierno. Su sola formulación anuncia ya que se ubica en el nivel del dialogo y no de la discusión. Es una pregunta del siguiente tenor: ¿quiere usted que haya pobreza o no?, ¿desearía que se acabe la corrupción?, ¿está de acuerdo con eliminar el desempleo?, ¿deben los seres humanos ser felices? Nadie opinaría que quiere un país de mierda.

Dialogar en torno a preguntas como estas es cuestión de amigos, de colegas dispuestos a demostrar cuán grande es su ingenio e imaginación. Siempre habrá uno que destaque de los demás, pero todas las soluciones serán válidas, unas más atrevidas que otras. Entonces los amigos escogen una para llevarla a la práctica, con lo cual los fines del diálogo se habrán cumplido, pero fuera del recinto, los problemas seguirán igual, o un poquito menos, pero iguales en su raíz: seguiremos teniendo un país desgraciado, se mantendrá la pobreza, la corrupción seguirá rampante, el desempleo aumentará, a los seres humanos les seguirá siendo esquiva la felicidad. Los medios masivos de comunicación, más todos los aparatos ideológicos del sistema reforzarán los resultados del diálogo hasta que no quede la menor duda de su validez, se trata de borrar de la memoria colectiva cualquier duda: el diálogo es el mecanismo idóneo para alcanzar el país que queremos.

La discusión ubica los problemas en el nivel de la honestidad, pone frente a frente a aquellos sectores o individuos que saben no pueden conciliar sus intereses con los del contrario. León Febres Cordero estaba claro para los oligarcas. Se sentía orgulloso de serlo. Se creía benefactor de los pobres y había, inclusive, un rasgo mesiánico en su mensaje de pan, techo y empleo. No lo ocultaba, estaba convencido de que ese era el orden natural de la organización social para cuya defensa se amparaba en las instituciones que tradicionalmente han defendido el orden: las Fuerzas Armadas, la Iglesia y el Estado.

Hasta ahora no surge en el Ecuador un líder que asuma la defensa franca de las posiciones contrarias. La izquierda se ha negado sistemáticamente ese papel, convencida de la tesis oportunista de ser “racional” y “prudente” ante la injusticia y la explotación y Alianza País y Rafael Correa han inventado ahora la teoría de la “vaselina revolucionaria”, según la cual, poquito a poco, se llega a la felicidad.

Correa plantea el diálogo porque sabe que se trata de una conversación entre amigos que no reviste peligro alguno y no una discusión entre rivales que exige soluciones. Cabe preguntarnos, entonces: ¿por cuánto tiempo más, la izquierda tradicional y Rafael Correa, podrán eludir la discusión de fondo?

Ñucanchi Socialismo, Nuestro Socialismo, es partidario de la discusión con resultados, porque es necesario superar definitivamente las inequidades económicas, políticas y sociales. Queremos un país en el que “no haya hombres que sean capaces de comprar a otros ni tampoco quienes se vendan”. Para alcanzar ese objetivo hay que discutir los siguientes diez temas fundamentales:

  1. Un país construido en el principio ancestral del equilibrio. Los nueve años de la Revolución Ciudadana no han podido instaurar ese equilibrio porque Alianza País fomenta y no estrangula el capitalismo.
  2. El cambio de la matriz productiva sólo será real cuando se principalice la propiedad comunitaria sobre los medios de producción, dándole más importancia al agro que a la industria.
  3. Para que sean posibles los dos puntos anteriores hay que tomar el poder del Estado. La restauración política es el acto consciente de los individuos en medio de sus circunstancias históricas. Luego de esta ruptura con el orden heredado, entonces se inicia –pero sólo entonces, la transición hacia el pleno equilibrio de las fuerzas productivas y sociales en el cual nada, ni nadie, estarán excluidos.
  4. Todos los que tenemos conciencia de que la humanidad está al borde de la destrucción, somos el sujeto de la transformación. La crisis actual no es sólo la crisis del sistema capitalista sino la de su civilización. De entre todos los que viajamos en esta nave sideral que se llama Tierra se junta una vanguardia político-espiritual dispuesta a asimilar la esencia del Sumak Kawsay Revolucionario. Esa vanguardia se prepara acercándose al poder de las hierbas sagradas, interpretando las fuentes, vestigios materiales y espirituales de las sociedades ancestrales y estudiando las ideas auténticas del pensamiento revolucionario de occidente.
  5. No hay fórmulas ideológicas para construir el equilibrio, sólo el método dialéctico fusionado, ahora, con la herencia del pensamiento ancestral americano. Si en algo nos pueden servir las experiencias históricas del llamado “socialismo real” y la propia historia del capitalismo, será para evitar los errores cometidos. La construcción de la nueva sociedad del Sumak Kawsay es una experiencia inédita que cuenta sólo con la sabiduría humana acumulada durante milenios y el desarrollo espiritual alcanzado hasta nuestros días. Una sociedad de exclusivo desarrollo material sólo puede terminar en la destrucción; así como es imposible una de exclusivo desarrollo espiritual. La conjunción de ambos es la nueva Utopía.
  6. Si una vanguardia político-espiritual llega a controlar el Estado se produce un cambio cualitativo en su naturaleza: deja de representar los intereses de una clase y pasa a representar los de toda la sociedad. Las reglas del juego político del viejo régimen se vuelven obsoletas, se construyen, sobre la marcha, otras, que representan las nuevas relaciones de producción y de poder. Otra economía, otro sistema jurídico, otro sistema educativo, otro tipo de democracia. No existen fórmulas, todo depende de la dialéctica sustentada en el equilibrio estructural. La sociedad en su conjunto inicia un proceso heroico de creación de lo nuevo.
  7. Toda forma de lucha contra el régimen establecido es válida, sólo que en las actuales circunstancias históricas se debe priorizar la contienda electoral. El accionar político del correismo ha permitido que los actores políticos pongan sobre la mesa todas sus cartas, motivo por el cual, la izquierda revolucionaria, Ñucanchi Socialismo -que es la nueva izquierda en el Ecuador-, tiene la oportunidad “democrática” de ser radical sin que eso signifique levantarse en armas, sino llevar, sin tregua ni descanso, una lucha ideológica frontal dentro de las normas de la “democracia real” que ahora existe. Tenemos derecho a demostrar que estamos a la izquierda del proyecto correista y a competir con él y con el resto de fuerzas. La democracia burguesa, para ser tal, tiene que aceptar la existencia de una fuerza política anti sistema. De no hacerlo se evidenciaría su naturaleza excluyente y autoritaria, es decir, antidemocrática y quedarían abiertas las puertas para otras formas de lucha.
  8. La tierra será el sustento de la nueva vida. Podemos prescindir de los bienes industriales; de los que nos da la tierra, no. Un sistema de producción agrícola en el que la industria sea complementaria a las necesidades básicas del ser humano, es posible. Ñucanchi Socialismo luchará por eso, hasta ver al Ecuador convertido en un hermoso emporio agrícola.
  9. A la par de la transformación de la matriz productiva se debe iniciar el cambio del sistema educativo, sin lo cual, será imposible consolidar el triunfo político. Nueva educación significa nueva ciencia necesaria para hacer realidad la armonía de las necesidades del ser humano con la naturaleza. Hay que enseñar a las nuevas generaciones a respetar su entorno, fin que nunca se logrará si se las sigue educando en la ciencia burguesa. Depurar la tecnología para ponerla a nuestro servicio y no, como es ahora, el ser humano al servicio de la tecnología.
  10. Ñucanchi Socialismo es ahora un movimiento, no dice ser dueño de la verdad ni que es el partido de la revolución, dice que quiere serlo. Amparado en sus derechos propone la discusión, convencido de que la polémica leal y honesta es el mejor camino para llegar al corazón del pueblo. Rechaza el silencio cómplice, la tesis criminal de “avanzar sin discutir”, la falta de interés en la autocrítica como instrumento de depuración de nuestras filas; condena la indiferencia política y rechaza la injerencia de la nueva derecha en el debate que la izquierda revolucionaria libra contra el correismo. Considera que las líneas generales de la discusión están planteadas entre el reformismo, con todas sus variantes, y la nueva teoría revolucionaria, aquella que se ubica a la izquierda del proyecto político de Alianza País y de su caudillo Rafael Correa Delgado.

Estos son los temas de la discusión, los temas del dialogo son otros, más espectaculares por más superficiales, los que le gusta a la nueva derecha y a sus voceros. No es lo mismo discutir si de verdad cambiamos la matriz productiva que si Correa atenta a la libertad de prensa o es autoritario, si implantamos otra educación o sólo mejoramos la actual. A partir de esa discusión se deben superar dialécticamente los problemas. La Historia no ha inventado todavía un analgésico que elimine el dolor del parto revolucionario. El equilibrio de la nueva época vendrá en medio de radicales convulsiones.

            Si no se toman en cuenta estas consideraciones, todo será un dialogo entre amigos, para ver cómo es posible neutralizar la insurgencia indetenible de las masas populares; pero por mucho que se prolongue el parto, llegará el momento de la confrontación auténtica, entonces, el dialogo circunstancial cederá a la necesaria discusión histórica.

 

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