Este asunto de la reelección indefinida tiene alborotado al cotarro ecuatoriano. Sin excepción, voces de todas las facturas políticas se han levantado para condenarla.
Me sumo desde otra perspectiva. Los revolucionarios franceses de 1789 se caerían de espaldas si llegaran a saber que en pleno siglo XXI hay revolucionarios que piensan con cabeza monárquica. Su triunfo fue el triunfo histórico de un sistema político que acomodaba el Estado y la sociedad a la irrupción victoriosa del capital.
Locke en Inglaterra, Montesquieu y Rousseau en Francia, son los padres de la democracia burguesa. Su aporte a la teoría política consiste en haber establecido que la democracia se fundamenta en la voluntad popular y no en el derecho divino. La democracia iba a ser más perfecta mientras más perfectos se hicieran los mecanismos de la consulta. A más de doscientos años esa democracia ha topado su límite.
Al parecer en el Ecuador nadie defiende otro tipo de democracia. No se han dado cuenta de que en todo este tiempo la democracia representativa devino en la dictadura del capital sobre el trabajo, motivo por el cual se ha vuelto históricamente necesario irrumpir contra esa dominación, como en el siglo dieciocho fue necesario irrumpir contra el absolutismo monárquico.
Pero para hacerlo se necesitan por lo menos dos condiciones: 1) nueva teoría que, naciendo de la realidad, proyecte al futuro la sociedad que queremos y 2) pueblo, masas cansadas de la explotación que aceleren la marcha de la Historia.
He oído a Rafael Correa condenar la democracia burguesa. Yo me pregunto: ¿dónde está la teoría?, ¿dónde están las masas? No hay nada, todo es un espejismo.
Si no es desde una perspectiva revolucionaria, la reelección equivale a monarquía.
Publicado en:
La Hora, 25/junio/2014, Quito.