Los físicos construyen aparatos para demostrar sus hipótesis, los químicos demuestran sus ideas en el laboratorio, pero a los economistas les está negada esa posibilidad. Su laboratorio es la sociedad. Lo que hagan, desde el poder político, tiene repercusiones directas sobre los grupos sociales. Las políticas económicas, indefectiblemente, son buenas para unos y malas para otros, dependen de las concepciones ideológicas de quienes manejan el Estado.

La política económica del régimen correista se demuestra como “una confluencia de varias corrientes críticas a la ortodoxia neoliberal” entre las que podríamos distinguir al neo keynesianismo de Stiglitz cuyo mérito principal fue poner en duda la ortodoxia neoliberal dentro del Banco Mundial, cuestionando de esa forma el fundamentalismo económico del Consenso de Washington. Los neoliberales ortodoxos sostienen que el crecimiento económico traerá por si solo, llevado de la “mano invisible del mercado”, el bienestar social y la superación de la pobreza y, los neo keynesianos, como Stiglitz, sostienen que hay que implementar políticas exógenas que combatan directamente la pobreza. Los unos, y los otros, ocultan que la pobreza es un mal estructural de la sociedad capitalista y combaten la idea de que para superarla hay que hacer la revolución.

Ese es el rebaño de Rafael Correa. Ni siquiera entre los chinos se sentía a gusto. Hoy ha ido a tocar las puertas del Banco Mundial después de haberle engañado al pueblo durante siete años. Va con el membrete del neo keynesianismo a “abrirles los ojos” a los neoliberales reaccionarios. Les lleva este mensaje: no sean torpes, si quieren que el pueblo les obedezca, tienen que ceder, ¿no se dan cuenta, acaso, que estamos viviendo un cambio de época?

JORGE OVIEDO RUEDA

Publicado en

La Hora, 16/abril/2014, Quito