La propaganda es un recurso que se mueve en la piel de la sociedad. Dice, por ejemplo, necesitamos cambiar, pero no explica por qué, ni para qué. Politiza los diálogos, crea sensaciones. Destapa la felicidad, dice la Coca-Cola, sin hacernos saber que lo que nos venden es veneno. El objetivo es una reacción automática al estímulo.
La propaganda actual del gobierno se ubica en este marco conceptual. Como si asesores nazis o franquistas estuvieran detrás de bastidores. Vamos al Buen Vivir, confía en nosotros, nosotros sabemos lo que tenemos que hacer, repiten a diario, creando en la masa ecuatoriana la sensación de que vamos bien.
Pero muchos nos preguntamos, ¿a dónde nos quieren llevar? Correa maneja magistralmente la imagen del cambio, refrendando su conducta interna con la imagen internacional que se forja; pero no solamente el caso del Brasil, inclusive el de la misma Venezuela, nos tienen que hacer pensar si la tendencia progresista latinoamericana nos está llevando a puerto seguro. Creo que el peligro más grande está justamente en su éxito. Un modelo depredador de la naturaleza, funcional a los intereses del capital corporativo mundial, nos acerca más al abismo.
Hay que tener valentía política e intelectual para cambiar el modelo. No podemos esperar resultados diferentes si seguimos haciendo lo mismo. El futuro se construye con la verdad, no con la mentira. Se prevé para este año un crecimiento económico del 4% dentro del cual el sector industrial es el más favorecido. Correa estaría feliz si alcanzaríamos, como la China, el 14%; pero son precisamente esas cifras las que esconden la tragedia. El éxito de la China, de la India, de Brasil y, ahora del jaguar ecuatoriano, sólo serviría para reforzar la esclavitud del capital.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en
La Hora, 17/julio/2013, Quito.