Desaliento es la palabra que mejor describe el estado de ánimo de la mayoría de los profesores universitarios que, durante décadas, hemos ejercido la cátedra con honestidad y decencia. El Estado ha emprendido un cambio que más parece depuración, quitando lo que le incomoda para poner lo que le conviene.
Correa repite, por dónde va, que la educación debe estar de acuerdo al Plan Nacional de Desarrollo, un Plan que refuerza las bases civilizatorias del lucro y el egoísmo sustentados en las leyes del mercado. Se trata de cambiar la educación para seguir haciendo androides capacitados que hagan lo mismo que durante doscientos años ha hecho el capitalismo: destruir la naturaleza y convertir en un monstruo de egoísmo al ser humano. Todo apunta a ese objetivo.
Los maestros que nos hemos esforzado por enseñarle a pensar críticamente a la juventud nos sentimos desalentados y humillados, puesto que a pretexto del cambio nos han identificado con la mediocridad. Correa nos ha metido a todos en un solo saco y no se contenta con botarnos, sino que, además, no se priva del placer de desprestigiarnos.
Duele ver cómo la Universidad va quedando en manos de un Estado que no acepta el debate y de un ejército de oportunistas que ven en este proceso la ocasión para trepar. Cuando las nuevas generaciones de maestros y estudiantes se den cuenta de que la educación superior está siguiendo los mismos lineamientos de una educación privatizadora y selectiva como la chilena, será demasiado tarde. Tendrán que callar para cuidar sus estómagos o reaccionar, haciendo de la protesta el campo propicio de la dignidad.
Entonces seguiremos luchando, desde donde estemos, para que la juventud ecuatoriana tenga una educación crítica y de excelencia que cambie de verdad el Ecuador.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en
La Hora, 24/abril/2013, Quito