En los anales de la historia económica del capitalismo la crisis de 1929 es considerada la de mayor extensión y profundidad. En esa ocasión colapsó el nivel productivo del sistema. Los ideólogos del capitalismo, Keynes entre otros, se dieron a la tarea de pensar cómo la producción capitalista podía recuperarse.
La crisis actual del capitalismo lejos está de parecerse a aquella. Se trata del mismo sistema, pero de una crisis diferente. A comienzos del siglo XX el poder de los monopolios reposaba sobre el capital productivo, en esta época de la globalización el poder está en manos del capital financiero especulativo al que ha dejado de preocuparle la producción como actividad vital del ser humano. De hecho sostiene que los países menos desarrollados han perdido la batalla del desarrollo en razón del colosal avance tecnológico del primer mundo. En esa concepción subyace el núcleo medular de la crisis actual del sistema capitalista.
Las crisis experimentadas por el sistema desde la caída de la ex Unión Soviética son dramáticas en tanto amenazan el orden financiero internacional, para evitar lo cual los propios dueños del dinero han inoculando miles de billones de dólares al sistema. Las grandes corporaciones capitalistas ahora explotan directamente al mundo subdesarrollado por medio de intensivos procesos de explotación minera. Son las necesidades actuales de la implacable acumulación capitalista.
En este marco es que tenemos que ubicar el valor actual de la soberanía de las naciones. Oponerse a la lógica de la acumulación del capitalismo corporativo mundial significa apoyarse en las masas para con ellas iniciar la marcha hacia una nueva civilización.
Frente a esta necesidad histórica nada importa ser mendigos sentados en un saco de oro.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en La Hora
19/Dic/2012, Quito