La prepotencia de Correa no está en sus rabietas sabatinas ni en sus desplantes. Está en su megalómana creencia de que él solito puede cambiar la Historia. Ya se ha dado cuenta de que el poder sirve para imponer su voluntad. A estas alturas ya no domina al poder, el poder le domina. Es el drama característico de la mediocridad.

Pero la megalomanía no es carencia de inteligencia. Correa megalómano demuestra una pasmosa claridad para captar la realidad que le rodea. Con el Opus Dei sabe que hay que cambiar algo para que nada cambie y ha preparado tan bien las cosas que ahora no tiene obstáculos ni rivales.

En un programa de televisión se burló de sus enemigos diciendo que se unen sólo con el objetivo de derrotarlo electoralmente, que ninguno era capaz de hacer un planteamiento programático alternativo. ¡Clarísimo! ¡Ahí está el detalle! Correa representa a la derecha, el populismo canta ese bolero ranchero que dice “ando volando bajo” y la seudo izquierda llora detrás de un chilco por haberle cedido su programa reformista. Y todos quieren derrotarlo!

¡Claro, clarísimo como el agua!

Los socialistas americanos sabemos que jamás el pueblo ha pedido permiso para cambiar la Historia. Con Gandhi compartimos esta reflexión: “Mucha gente, especialmente la ignorante, desea castigarte por decir la verdad, por ser correcto, por ser tú. Nunca te disculpes por ser correcto, o por estar años delante de tu tiempo. Si estás en lo cierto y lo sabes, que hable tu razón. Incluso si eres una minoría de uno solo, la verdad sigue siendo la verdad.”

Pronto surgirá un programa revolucionario y el misho Presidente tendrá que enfrentarlo. La Historia, entonces, dejara de ser comedia para ser verdadera Historia.

JORGE OVIEDO RUEDA

La Hora 25/enero/2012