En su hora, en las elecciones presidenciales del año 2006, las personas que agenciaron el proyecto publicitario que llevó al poder a Rafael Correa, debemos confesarlo sin tapujos, lo hicieron con una pasmosa efectividad, demostrando una vez más la autenticidad de un viejo adagio castellano: en el amor y la política todo se vale. La mentira y el engaño son elevadas a la categoría de virtudes y al final, cuando se hacen las cuentas, los reconocimientos son siempre unánimes: qué inteligentes son fulano y mengano, ¡con qué destreza que nos metieron el dedo! Tan curiosa autoinculpación, muy lejana de lo que se supone constituyen los valores éticos que hemos recibido en nuestro hogar y en nuestras escuelas, ponen de manifiesto el absoluto desprecio que los dueños del poder sienten por la patria que en mala hora los vio nacer y han hecho del enfrentamiento político un discurso vacio de contenidos; auténticos analfabetos desprovistos de un abecedario elemental, pero vinculados a negocios de dudosa honorabilidad, han hecho del dinero el instrumento de gobierno de una nación en provecho propio y en el de secuaces carentes de toda ética, imposibilitados por ignorancia y debilidad mental a asumir la responsabilidad de dirigir un Estado. ¡Yo soy bien político, dicen, a mí me gusta la política, como si ésta se tratara de una baratija de joyería o de un automóvil de lujo! Todo lo que acabo de narrar está vinculado a una realidad originada en nuestra profunda ignorancia. Así lo han diseñado los políticos profesionales, quienes, por supuesto, son los últimos interesados en qué intereses se debaten los intereses de nuestra república. Van, solamente, a robar; a vender sus votos; a obtener provechos. Ahora que ha regresado el señor Dahik, y, muy pronto, cuando haya retornado el señor Mahuad, sería conveniente que ambos nos ilustraran, bajo la promesa de que lo que digan no será tomado en cuenta para efectos de una hipotética condena criminal – que a nadie se le ha pasado por la cabeza ni por un instante que en una gran cadena nacional de radio y televisión nos narren a todos los ecuatorianos, con lujo de detalles, cómo hicieron para llegar al poder y en qué circunstancias tuvieron que salir de él. De Mahuad ya sabemos que ganó las elecciones fraudulentamente, porque solo en un país como el nuestro puede pasar algo así los dueños del Filanbanco, sus parientes de raza, fueron los que contabilizaron las elecciones. No el organismo determinado por la ley, el TSE. También supimos que recibió un cheque por una suma digamos que pequeña en esta jarana de dinero que le cuesta al Ecuador cada aventura política. Podría contarnos también quienes lo destituyeron de la presidencia, que nosotros estimamos fueron sus propios compañeros de partido, para que cargara con todo el muerto. También nos gustaría que Dahik nos narrara con la facilidad que sabe expresarse, cuántos millones tuvo que disponer de los fondos reservados de la presidencia para que nuestros honorables diputados entendemos que sustancialmente eran socialcristianos accedieran a votar por las reformas legales que se requerían para que los banqueros se apoderaran de nuestros dineros y compraran a precio de huevo todos los bienes públicos de la Nación, la única riqueza que tenemos los ecuatorianos. Estoy seguro que si nosotros supiéramos la verdadera historia de la política, no solo del Ecuador sino del mundo entero, la nausea que nos causaría inundaría el planeta. Hamponcetes de cuello blanco, algún día tendrán que rendir cuentas.
EL AEROPUERTO MARISCAL SUCRE DEBE QUEDARSE DONDE ESTÁ
Enrique Gallegos Arends
Quito DM, miércoles 04 de enero de 2012