LA REINVENCION DE LA ESPERANZA


            Cuando en el 2006 se comenzó a oír la voz de un joven líder político, décadas de frustraciones comenzaban a esfumarse. Una nueva forma de enfocar la política comenzaba a horadar la negra noche neoliberal. En realidad de verdad, lo nuevo no era el discurso, era el joven líder de nombre Rafael Correa Delgado que rescataba, con entusiasmo y fuerza, el discurso de la izquierda revolucionaria que, durante décadas, había sido minimizado y hasta ridiculizado por esa izquierda histórica reformista que buscaba, desde su fundación, ser reconocida como una izquierda sensata que servía para el equilibrio y no para aventuras revolucionarias. Ese discurso que se había refugiado en el seno de pequeños grupos de izquierda radical, comenzó a ser desempolvado por Rafael Correa Delgado. Todas las fuerzas políticas, sin excepción, que iban del centro a la izquierda, le brindaron su respaldo. Este joven líder confrontativo le comenzó a llamar pan al pan y vino al vino. Usando la economía como arma, tuvo el acierto de comprender que el momento era más político que económico. Con energía y argumentos comenzó a retratar las necesidades del pueblo y de una clase media que se estaba desmoronando. El neoliberalismo comenzó a ser desenmascarado y, en la medida que este joven político lo hacía, se fue reinventando la esperanza. Le llamó Revolución Ciudadana a su movimiento  y fue, desde Ecuador, un afluente que alimentó la corriente del progresismo latinoamericano. Este fenómeno político se fue construyendo con el discurso de la izquierda marginal ecuatoriana, esa a la que la “izquierda histórica”, siempre combatió y minimizó.

            Desde la política, durante una década, el correismo de Rafael Correa fue, electoralmente, invencible. Su discurso fue invencible. Ningún sector político de la derecha le pudo tapar la boca. Correa salió victorioso de cuanta batalla emprendió contra los vicios y posturas que representaban lo que él comenzó a llamar el “viejo país”. La Revolución Ciudadana desplazó del poder del Estado a la corrupta partidocracia. Ese proceso general tenía que llenar el vacío que quedaba. Correa lo hizo. Tuvo que improvisar. La falta de una estructura partidaria hizo girar la política en torno a su persona, pero también como caudillo fue invencible. Para llevar adelante sus objetivos tuvo que mostrar el lado autoritario del poder que, desde su perspectiva transformadora, se justifica plenamente, de otra forma, hubiera tenido que entregarse a los grupos de poder tradicionales sin condiciones, como lo está haciendo su sucesor. Ese autoritarismo hizo posible confrontar el poder de la prensa, por ejemplo, o ajustar las tuercas de la tributación empresarial o llevar adelante la más grande inversión pública de toda nuestra historia. Quién diga que esto estuvo mal, no podrá disimular su simpatía por la oligarquía y la derecha ecuatoriana.

            El error de Correa fue  no radicalizar esos procesos, creer, como cree el progresismo latinoamericano, que modernizando el capitalismo dependiente  se podía avanzar al socialismo. La tesis de concluir la trunca revolución alfarista, no era errónea, porque de esa manera se pagaba la deuda social que la oligarquía tenía con el pueblo desde entonces, pero para tener éxito había que pensar en ir sentando las bases para trascender la economía de mercado, más allá de construir lo que ellos llamaron una sociedad pos neoliberal. La ausencia de esta perspectiva histórica de desarrollo hizo que la Revolución Ciudadana, al cabo de una década de avances y transformaciones superficiales, tuviera que allanarse a las fórmulas tradicionales del liberalismo estructural. Lo que Correa hubiera tenido que hacer, en el hipotético caso de continuar él en el poder, lo está haciendo el actual mandatario. El accionar político-económico de Lenin Moreno obliga a Correa y al correismo a radicalizar sus posiciones si quieren todavía ser protagonistas de la Historia, o, en otras palabras, a armonizar su conducta política con el discurso revolucionario que tomó prestado de la izquierda radical en los momentos iniciales de su irrupción política.

            Esto explica la razón por la cual la vieja izquierda en el Ecuador está muerta y por qué discursos  neo progresistas como el de algunos intelectuales que ahora son candidatos (Pablo Dávalos, principalmente) ya no se explican, ya no tienen validez. Como hace diez años, hace falta entender que otra vez es la política la principal protagonista del momento, pues la heterodoxia económica ya tuvo su oportunidad y fracasó. El correismo si se detiene, muere, tiene que evolucionar a la revolución, porque no es sólo una cuestión de estilo, se trata de una cuestión de fondo. La herencia positiva del desarrollo conciencial que el correismo nos dejó, tiene que evolucionar a posiciones revolucionarias, como única alternativa posible. Se trata de reinventar la esperanza construyendo con el pueblo el partido de la revolución, en el que no entre ni la corrupción ni el oportunismo. Los “borregos consientes” tienen que ser la base de este proceso. Con la imagen del líder fundador, que ha sido anulado electoralmente por la derecha, se tiene que avanzar a la revolución para no marchar sobre el mismo terreno que es lo que más les conviene a las oligarquías. Eso es lo que ahora se llama ser radicales.

30-12-2018

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Una respuesta a LA REINVENCION DE LA ESPERANZA

  1. José dijo:

    Esta frase retrata su ideología: «Para llevar adelante sus objetivos tuvo que mostrar el lado autoritario del poder que, desde su perspectiva transformadora, se justifica plenamente, de otra forma, hubiera tenido que entregarse a los grupos de poder tradicionales sin condiciones, como lo está haciendo su sucesor.» Esa es la principal diferencia ideológica entre Ud. y yo, Ud. cree que el «fin justifica los medios» y además no describe el fin, porque este siempre fue el crear una lumpen oligarquía para competir y vencer a la tradicional y enchufarse permamentemente en el poder como todo gobierno fascistoide.
    Por otro lado dice: «La herencia positiva del desarrollo conciencial que el correismo nos dejó, tiene que evolucionar a posiciones revolucionarias, como única alternativa posible.» Imposible, el corresimo no aportó nada de «desarrollo conciencial».
    «Los “borregos consientes” tienen que ser la base de este proceso.» Imposible, los «borregos conscientes no existen y jamás existieron.

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