Es necesario proponer una nueva forma de vida
José Mujica
La sociedad actual está enferma. El ser humano va por la vida desconectado del resto, como un monumento a la soledad. Está claro que no es su naturaleza. La sociedad del capital le ha convertido en eso.
Si el capitalismo nació derramando sangre y sudor por sus poros, a doscientos años de su origen desperdicia los alimentos mientras miles de millones de seres humanos mueren de hambre y necesidad, convierte al planeta en un colosal basurero de mercancías inútiles y obliga a las masas a consumir productos de baja calidad. Manipula mediáticamente la mente de las inmensas mayorías convirtiéndolas en culpables de su desgracia e induciéndolas a mantenerse indiferentes; fomenta la mediocridad en la educación y permite que los medios masivos de comunicación difundan el fanatismo, la ignorancia científica y toda clase de creencias irracionales.
Es evidente que debido a esto el desarrollo de la conciencia de las masas va a la saga del desarrollo material de la sociedad, de lo cual sacan provecho las élites. Mientras más mediocres e ignorantes sean las grandes mayorías, con más facilidad podrán las minorías poderosas sacar provecho de ellas. No es ésta una situación inédita en la Historia, pero en esta época de la globalización y dominio del capital financiero mundial, adquiere ribetes dramáticos. No es exagerado afirmar que miles de millones de seres humanos viven en la esclavitud, sin que tengan la menor posibilidad de tomar conciencia de ello.
Vivimos la época del capitalismo corporativo. Es el capitalismo del desastre que sólo puede garantizar su permanencia mediante la destrucción. Fomenta las guerras, desperdicia los alimentos, olvida a los pueblos, desestimula la inversión productiva, destruye sin compasión la naturaleza y arremete con furia demencial contra cualquier alternativa que se salga de sus límites. Nada le impedirá conducir a la Humanidad al holocausto si de defender sus intereses se trata. Cuenta con el poder militar y económico para hacerlo.
Decir que la Humanidad está enferma y al borde del abismo, entonces, no es una frase hueca, se ha convertido en una dolorosa verdad. Si queremos evitar el fin, se ha vuelto imperativo proponer una nueva forma de vida.
ÑUCANCHIC-SOCIALISMO ES UNA NUEVA FORMA DE VIDA
1492 marca el año en que se produce una “solución de continuidad” en las sociedades del Abya-Yala. “Solución de continuidad” entendida como la interrupción brutal de las formas de producción que los pueblos originarios de estas tierras habían practicado por lo menos desde hace diez mil años. Los europeos destruyeron, sin consideraciones, esas milenarias formas de producción y no las sustituyeron con nada. Se apropiaron de la tierra y convirtieron a sus dueños en parias.
Entonces, la brutalidad de la conquista consiste en haberles impedido a los pueblos originarios, a lo largo y ancho del continente, seguir practicando sus formas ancestrales de producción. Más que por las armas, los pueblos americanos fueron vencidos por el hambre y la necesidad.
Junto a la destrucción de la base productiva se derrumbaron todos los demás aspectos de la vida de estas sociedades. La estructura de poder, el ordenamiento moral, la religiosidad, las nociones culturales, científicas y técnicas que, así mismo, durante milenios le habían dado sentido a la racionalidad de sus costumbres, tradiciones, concepciones y creencias. La conquista no fue fatal para estos pueblos porque les negó el futuro, sino porque les borró el pasado,. El conquistador europeo destruyó todo, hasta la memoria.
Las necesidades de la vida, más que la acción racional de los conquistadores españoles, fue creando la estructura productiva que habría de sustituir a las formas ancestrales de producción. Se impusieron en América, desde el siglo XVI, las formas de producción conocidas en Europa desde la Grecia clásica: esclavitud individual y servidumbre, que los pueblos americanos no conocieron.
Estas formas impuestas hicieron volar en añicos el colectivismo ancestral de los pueblos americanos, dispersando sus fragmentos por todo el continente, pero sin llegarlo a matar. Como memoria fragmentada ha sobrevivido esta forma de producción desde la conquista. Los pueblos no contactados son también parte de esa memoria productiva que, hasta nuestros días, se ha negado a desaparecer.
Pero estos quinientos años no han pasado en vano. Occidente se volcó en América. Trajo consigo el egoísmo productivo y todos los males que de ahí se desprenden. Identificó al colectivismo ancestral y la ayuda mutua de estos pueblos con el salvajismo, la barbarie y el atraso. A los seres humanos que vivían en ellas, los consideró inferiores. Desde entonces la noción de desarrollo excluye las formas ancestrales de producción. Desarrollo es igual a ideal occidental, propiedad privada de los factores productivos, mercado, valor de cambio, libre empresa, libre competencia, libre comercio, monopolios, neoliberalismo y globalización.
La noción lineal del desarrollo impuesta por los europeos a los pueblos originarios de América, querámoslo o no, ha conformado la actual base productiva de explotación al ser humano y destrucción de la naturaleza y ha terminado por configurar la vida, forma de pensar, moral, costumbres de las comunidades humanas surgidas a posteriori de la conquista, siendo ésta una realidad que no podemos ignorar porque ha modelado al ser americano, convirtiéndolo en un defensor del sistema. La occidentalización de la vida en América ha negado cualquier otra alternativa civilizatoria, bien sea surgida desde su propio seno (socialismo) o desde afuera (Sumaw Kawsay). Quinientos años después, ante el fracaso de la propuesta civilizatoria de occidente, se impone el cambio. Si no lo hacemos, estamos condenados a la muerte.
SOCIALISMO O SUMAW KAWSAY, FALSO DILEMA. TAMPOCO SOCIALISMO VS. SUMAW KAWSAY.
El socialismo, como ideología occidental, es revolucionario. Su propuesta subvierte las bases de la civilización capitalista: eliminar la propiedad privada sobre los medios de producción.
El fracaso del llamado “socialismo real” no invalida su propuesta, así como la degradación del mundo actual no invalida la propuesta moral del cristianismo. Un mundo sin propiedad privada sobre los medios de producción, sí es posible.
El Sumaw Kawsay pre colombino descubrió esta verdad antes de Marx y no como constructo o teoría, sino como forma de vida. Sumaw Kawsay es vivir en equilibrio con todo. Lo que el ser humano le hace a la naturaleza, se hace a sí mismo.
La abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción que el socialismo propone, es coincidente con el Sumaw Kawsay pre-colombino y su aplicación práctica pondrá de inmediato al ser humano en armonía con su entorno.
No hay contradicción, hay unidad, con la ventaja que el socialismo adapta al Sumaw Kawsay a la modernidad, convirtiéndolo en base real de la nueva propuesta civilizatoria e impidiendo que se convierta en una utopía.
Pero el socialismo es, por definición, etapa transicional entre la vieja sociedad capitalista y la etapa superior de la sociedad igualitaria o de la autoconciencia, que será la del Sumaw Kawsay plenamente realizado. Una sociedad altamente tecnificada en la que la base de la propiedad social habrá eliminado definitivamente las leyes del mercado.
Pero ese es el futuro. El socialismo del Sumaw Kawsay subordina algunas formas de propiedad privada a la propiedad social de los medios de producción, consciente de que esas formas de propiedad no pueden ser eliminadas por decreto. La propiedad social mayoritaria en manos del Estado tiene que coexistir temporalmente con formas de propiedad privada hasta que éstas desaparezcan. Es en esta etapa que se van liberando las fuerzas productivas del socialismo de forma paulatina y armónica, hasta transformar radicalmente a toda la sociedad y, también, al ser humano. El ser social socialista todavía no es el Hombre Nuevo del futuro, pero ha comenzado a serlo. Que llegue a aparecer depende de que el proceso al Sumaw Kawsay tenga éxito.
Este es el Sumaw Kawsay revolucionario, antagónico al Buen Vivir occidental.
Es el Socialismo Americano. Una propuesta incluyente, que emergiendo del seno de la Historia, abarca la innegable realidad del mestizaje americano. A excepción de Norteamérica, de México a la Patagonia, somos pueblos mestizos.
El Socialismo Americano es la propuesta de salvación de nuestro continente, después de quinientos años de humillación y aislamiento.
Su nombre propio es: Ñucanchi-Socialismo. Con él comenzamos a recuperar la memoria que nos robaron los colonizadores.
Cambiar de vida será ir recordando lo que el impacto de la conquista y colonización nos hizo olvidar y añadiendo esos viejos recuerdos a las experiencias positivas de nuestra vida moderna, para de esa forma construir la nueva civilización americana, Sud Americana.
No es indigenismo, tampoco socialismo a secas. Es la nueva forma de vida que nuestros pueblos esperan.
COMENZANDO A LUCHAR HOY, MAÑANA LES DAREMOS UN NUEVO MUNDO A NUESTROS HIJOS
ÑUCANCHIC SOCIALISMO AMERICANO
Interesante su artículo, sin embargo donde más difiero del mismo es en su planteamiento utopista, cuando habla de la supuesta futura construcción del «hombre nuevo», lo mismo han dicho los fascistas, los cultures del «socilismo real» y los totalitaristas de todas las tendencias.
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Señor Carlos: no se a qué artículo se refiere cuando dice que yo hablo de la «construcción del hombre nuevo». Para nada menciono ese concepto. Veo que es necesario sacudirse de la cabeza los estereotipos y analizar la riqueza de los planteamientos. El «socialismo real» fracasó y nadie creo que quiera volver a eso, el «hombre nuevo» como concepto sigue siendo una posibilidad, pero antes, hay que pensar en cosas más importantes como la construcción de una sociedad más equitativa. A eso está dedicada la reflexión de Ñucanchic Socialismo. Saludos cordiales.
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Estimado Jorge:
Si ese planteaminto fue un error, reconozcalo pero Ud. dice textual:
«El ser social socialista todavía no es el Hombre Nuevo del futuro, pero ha comenzado a serlo. Que llegue a aparecer depende de que el proceso al Sumaw Kawsay tenga éxito.»
Es decir Ud. plantea la construcción posible futura del «hombre nuevo» y no es posible ni antes ni despues de la «sociedad equitativa», concepto que estoy parcialmente de acuerdo porque significa mayor democracia. Por lo demás la supuesta «riqueza de los planteamientos» no justifica cometer graves errores conceptuales.
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Carlos: no hay «error» de qué arrepentirme, pero usted, como los ideologos de la derecha, se empeña en discutir con un muerto como es Stalin. No señor, Ñucanchic Socialismo ya superó esos complejos. Nosotros vemos al futuro montados sobre los errores del stalinismo y todas las manifestaciones del totalitarismo. Somos una Nueva Izquierda, inédita, que requiere de mentes amplias y sin complejos. Saludos.
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Estimado Jorge:
¿He mencionado a Stalin? No. Una supuesta «nueva izquierda» debería superar el concepto del «hombre nuevo», uno de los pilares de todos los totalitarismos. Tener una «mente amplia» no es justificación para mantenerlo. Yo, en cambio he superado el viejo temor a ser comparado con ídeologos de la derecha o la izquierda, siempre he escuchado ese argumento falaz y no me importa.
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Carlos: ni a la gente de derecha se le puede pedir que renuncie a la aspiración del «hombre nuevo», sería como pedirle al cristianismo que renuncie al «hombre moral». El totalitarismo está en los métodos, no en los objetivos. Respeto a los ángeles que dicen son asexuados, pero no creo en ellos. Saludos.
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El cristianismo o cualquier religión tienen todo el derecho a predicar su «hombre moral» (a propósito muy machista porque debería decirse «ser humano moral»), pero el problema está en que la construcción del «hombre moral» desde la perpectiva de la individualidad y su religión es correcto y no lo es desde la perspectiva política. Por eso no estoy de acuerdo con las teocracias. Por otro lado, el totalitarismo no sólamente está en sus métodos sino en sus principios, porque debe haber consistencia medios- fines. Esto es lo mismo que ocurre con el tema de la felicidad: es correcto que el estado permita la «busqueda de la felicidad» como dice la Constitución de los Estados Unidos pero no es que el estado imponga una supuesta «felicidad».
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