Después del derrumbe del llamado socialismo real la izquierda mundial quedó mal herida. Veinte años después todavía no se recupera. La ofensiva de las fuerzas ideológicas del capital fue inmediata. Se oyeron trompetas de victoria en todo el orbe. En América Latina voces como las de Montaner, Vargas Llosa, Oppenheimer elevaron a Dios una oración de gratitud porque el cielo de sus sueños liberales se había limpiado de amenazas. Con la bandera del neoliberalismo en las manos inclinaron su cerviz ante el poder del capital financiero mundial.
La izquierda ideológica buscaba explicaciones, pero su voz era acallada por la vocinglería del triunfo capitalista; aprendió a replegarse. Mientras, la socialdemocracia mundial se aprovechaba para llenar el vacío que la izquierda había dejado. Ese reformismo oportunista ha cuajado en América Latina en algunos proyectos políticos que dicen estar a la cabeza de la revolución.
En Ecuador apareció Rafael Correa. Contó con el apoyo de la llamada izquierda ecuatoriana, que puso los lomos para que el Misho se alzara sobre todos. Su mentalidad oportunista le llevó a pensar que ese personaje les abriría las puertas del poder. La batalla por el control ella la ganaría inevitablemente.
Misho Rafael les resultó suave por fuera y duro por dentro. A estas alturas esa izquierda se ha dado cuenta de que su famosa teoría del gobierno en disputa no fue más que un disparate. Por eso resultó patético escuchar a uno de los mentores de la revolución ciudadana en Ecuavisa deciendo que se avergonzaba de haber apoyado a Rafael Correa.
El papel de los políticos es velar porque la leche no se derrame del tacho. Si no saben hacerlo, después que se ha derramado, cualquier explicación huele a pretexto y cualquier arrepentimiento a hipocresía.
JORGE OVIEDO RUEDA
Publicado en La Hora
12/Dic/2012, Quito
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