LA PALABRA DE DIOS

Creo que en la historia de la humanidad no hay invento más eficaz que esta oración: la palabra de Dios. Con ella se le ha puesto un tapabocas a la inteligencia humana y su eficacia, no sólo ha sido sangrienta, sino que ha actuado como un soporífero poderoso para aplacar las inquietudes de la conciencia universal que siempre se vio obligada a acatar la enorme autoridad de semejante frase.

La palabra de Dios es una oración usada por el fanatismo religioso de todos los tiempos para aplastar, literalmente, cualquier atisbo de racionalidad que la inteligencia humana tuvo en medio de la oscuridad de la ignorancia. ¿Qué puede estar por arriba de la palabra de Dios? ¿Quién puede dudar de la palabra de Dios?

Cuando en el siglo XV Nicolás Copérnico se atrevió a dudar de las concepciones ptolomeicas, el peso de la palabra de Dios le obligó a retractarse y ocultar su dialéctica manera de ver el universo. Un siglo más tarde el monje Giordano Bruno fue asado en la hoguera por el poder de la palabra de Dios y, el pensamiento racional y científico, prácticamente, se estancó en su desarrollo. Inclusive la confirmación empírica del heliocentrismo copernicano por parte de Galileo Galilei a fines del siglo XVI tuvo que retractarse debido al poder de la palabra de Dios.

El poder de la palabra de Dios se impuso a sangre y fuego durante los amargos años del Tribunal de la Santa Inquisición Católica. Miles de brujas y brujos fueron torturados y asesinados en la hoguera, acusados de herejía cuando su culpa no fue otra que estar más cerca de la verdad racional. La palabra de Dios actúo como una espada flamígera en contra de la duda y el pensamiento racional.

La religión oficial implantada por Constantino II desde el concilio de Nicea usó, oficialmente en occidente, la expresión palabra de Dios como un eficaz “lecho de Procusto” en el cual se media a toda la humanidad. Ni siquiera la revolución científica iniciada con Descartes fue capaz de debilitar la fuerza de tan poderosa frase. El método cartesiano se elaboró para, finalmente, demostrar, por medio de la razón, la existencia de Dios, con lo cual toda la vida moderna se siguió construyendo bajo el influjo de su poder. Ya no fue el pensamiento mágico el que dominaba el mundo, como había sido durante toda la edad media, sino el pensamiento racional entendido como una nueva concesión del mismo Dios omnipotente y todopoderoso para entender el mundo y sus problemas. Martín Lutero acercó a Dios a los hombres, pero su autoridad siguió incólume.

Siglo de las luces se le denomina al siglo XVIII. Fue el poder de la Iglesia Católica Apostólica y Romana el que se cuestionó en esta etapa fundacional de la modernidad capitalista, pero no el de la palabra de Dios que siguió rigiendo la vida de las naciones y de las multitudes. La burguesía adoptó la palabra de Dios para aceitar la brutal explotación del trabajador asalariado, cuyos derechos fueron visibilizados por la crítica colosal de Marx al sistema capitalista de explotación. El siglo XIX y XX rodaran sobre las paralelas extendidas por Marx hacia el futuro, estando, por primera vez en la Historia, la palabra de Dios fuera de sus concepciones, pero a contracorriente, combatiendo la herencia oficial del poder absoluto del capital.

En lo que va del siglo XXI lejos está la humanidad de escapar a la incuestionable autoridad de la palabra de Dios. La maquinaria de la iglesia católica se engrasa adecuadamente cada cierto tiempo para que no se oigan los chirridos escandalosos de sus vetustos mecanismos. Si en el siglo IV fue Constantino y San Agustín y luego en el Renacimiento santo Tomás y los Borgias en el medioevo y la Santa Inquisición y los Papas ilustrados del siglo XVIII fueron los pontífices aliados del fascismo en el siglo XX y Papas virulentos contra el comunismo como Juan Pablo II los que no han hecho otra cosa que sacarle brillo a su arcaica maquinaria de retraso mental y espiritual de los pueblos.

La física cuántica a estas alturas está cerca de descifrar los misterios del microcosmos. El avance de la ciencia nos da la oportunidad de vivir en un mundo de luminosidad racional que nos está llevando a descubrir que el único Dios que existe es el mismo ser humano.  Más allá de los peligros que este formidable avance trae consigo, aquellos que vemos el futuro desprovistos de fanatismo y temores a lo desconocido, caminamos entusiastas a una nueva forma de vida y organización social, no obstante lo cual, después de miles de años, seguiremos enfrentando la aplastante autoridad de la llamada palabra de Dios. A pesar de las incuestionables evidencias del desarrollo científico y tecnológico, la palabra de Dios seguirá siendo el dique inmaterial que impide que el desarrollo espiritual de los seres humanos vaya acorde con el avance del conocimiento adquirido.

Esa lucha será, creo, la única lucha eterna.

Jorge Oviedo Rueda

05-07-2023 

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2 Responses to LA PALABRA DE DIOS

  1. Avatar de Jose Jose dice:

    Pero Ud. y los marxistas han sustituido la palabra de Dios por la palabra de Marx y es peor.
    Cabe recordar el pensamiento de Milan Kundera, recientemente fallecido:
    «Me recuerdas a esos jóvenes que en otros tiempos se sumaban a los nazis o a los comunistas, pero no por cobardía o para hacer carrera, sino por exceso de inteligencia. No hay nada que exija un esfuerzo mayor del pensamiento que una argumentación que debe justificar el dominio del no pensamiento.»

    Saludos

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    • Avatar de modesjor modesjor dice:

      La palabra de Dios no existe, existe la palabra del hombre que toma el nombre de Dios para facilitar su dominio sobre los hombres. La palabra de Marx es de liberación,, hay quienes la traicionan,, pero hay quienes la practicamos. Es el orden inevitable del pensamiento.

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