Morris Berman es un autor norteamericano que con Noam Chomski se ha convertido en “objetor de conciencia” de esa sociedad. Tener, por ejemplo, una visión crítica del 11S nos hace pensar que en los EE UU no todo es rebaño.
En nuestro medio hay que reconocer que cada día crecen las conductas críticas, no sólo al gobierno de turno, sino a los valores que sostienen la sociedad ecuatoriana. Esa credulidad religiosa que todo lo pone en manos de Dios, el patriarcalismo, la obediencia ritual a los patrones establecidos por las clases dominantes, comienzan a ser cuestionados.
Pero el gobierno y el Estado correista no contribuyen a alimentar esa corriente. El mismo presidente no pierde ocasión para hacernos saber cuan dispuesto está a defender nuestros “valores tradicionales”, con lo cual actúa como un reproductor del pensamiento supersticioso, anti científico y dogmático.
Mónica Hernández me parece sólo un seudónimo que esconde el pensamiento inquisitorial de la Edad Media porque defiende valores que en sociedades modernas fueron superados hace mucho tiempo, lo que se torna muy, pero muy peligroso cuando, a estas alturas, se pretende convertirlos en razones de Estado.
En cuestión de valores y moral los pueblos deben tener amplios horizontes. ¿Qué derecho tiene el Estado para meterse en la intimidad de los individuos? Ninguno. Los valores de un pueblo son cambiantes, dialécticos; los individuales tienen que ser respetados, si no se quiere meter la moral en el lecho de Procusto.
Así como Berman y Chomski se juegan la vida para cuestionar los falsos valores norteamericanos, aquí en el Ecuador la intelectualidad debe ocuparse de desmitificar nuestros “valores tradicionales”. Hay que estar con la vida, no con los clichés.
La Hora, 13-enero-2016