LA SOMBRA QUE NO ME DEJA

Los poetas malditos franceses y los de nuestra generación decapitada arrastraron toda su vida la maldición de su mala reputación. El opio, el achish, las sustancias alucinógenas les envolvían en una nube de singularidad y desaprobación por parte de una sociedad “municipal y espesa” como dijo uno de los nuestros. La tristeza y la melancolía les hacía seres taciturnos, que gastaban melena y vivían en una torre de cristal alejados de la vulgaridad del mundo. Detrás de la pobreza para ellos no había causas sociales, sino mala suerte  y, sobre todo, la voluntad de Dios. A donde iban les antecedía la sombra de su reputación. Las beatas cambiaban de vereda si veían venir uno de estos raros y los feligreses se santiguaban al verlos pasar. Lo curioso está en que quienes los llegaban a conocer se encontraban con seres extraordinarios, llenos de luces y buenos sentimientos, piezas desarticuladas de la cuotidiana realidad, incapaces de encajar en el rompecabezas de la vida diaria.

En el micro mundo de la política de la izquierda ecuatoriana sucede también algo parecido. El estado general del pensamiento de izquierda han sido las concepciones reformistas, mismas que jamás llegaron a ser políticas de Estado sino simples planteamientos reivindicativos que la conciencia feudal oficialista, a lo largo del tiempo, fue cediendo para neutralizar los estallidos sociales. Un pensamiento revolucionario, imbricado en la teoría universal marxista y las raíces ancestrales de nuestro pasado, puede decirse que jamás ha surgido. El pensamiento liberal “machetero” de Alfaro fue la epopeya política para, a grandes zancadas, poner al Ecuador en la línea de la modernidad liberal que ya avanzaba a paso apresurado en el resto del mundo y la gesta correista de comienzos de este milenio no fue otra cosa que el estirón histórico de las fuerzas socialdemócratas que, de esa forma, tomaban la posta a la epopeya liberal. Correa, en este siglo, tuvo la misma sagacidad que Alfaro a finales del siglo XIX de instaurar un Estado de Bienestar, necesario para que el Ecuador saliera de su postración histórica. Ese esfuerzo tiene el mérito de haber intentado proyectar al Ecuador a un horizonte socialista, sin haberlo logrado, por supuesto.

El progresismo correista fue un partidero de aguas en nuestra historia. La huella de su acción ha sido notablemente profunda, a tal punto que la derecha ya lleva tres periodos presidenciales tratando de borrarla y no ha podido. El proyecto demencial de la derecha es restaurar un régimen garciano, en el que los grupos dominantes conserven sus privilegios y las masas trabajadoras y los sectores medios estén subordinados a ellos, Para eso necesitan el poder los próximos cien años. Eso explica el cinismo nobocista para pasarse por el orto las normas democráticas y, abrazar sin temor, el modelo fascista recomendado por el imperio del norte.

La alternativa es ir estructurando una concepción progresista revolucionaria que apoyada en los intereses populares haga frente al neofascismo de las élites, ahora representadas en Noboa. Esto no se logra librando pequeñas batallas que pueden causar escozor en el enemigo, pero que no llegan a herirlo de muerte. El correísmo es la única esperanza, pero sólo si es capaz de superar el caudillismo y entrar en una nueva fase de desarrollo ideológico y organizativo del partido, sin lo cual, es imposible avanzar en un proceso serio de cambio económico-social.

Los que así pensamos no podemos ser invisibilizados por el proyecto progresista. Nuestra radicalidad no puede ser la causa de un aislamiento del proceso que está en marcha. La superación del proyecto neoliberal depende de saber canalizar con éxito esta postura que se irá radicalizando en la medida que la lucha de clases se vaya agudizando.

Las posiciones tibias no pueden cambiarse de vereda al ver venir a los radicales, porque dejarlos fuera es no creer en los destinos de la Patria.

Jorge Oviedo Rueda

3-XI-2025

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1 Response to LA SOMBRA QUE NO ME DEJA

  1. Avatar de xsalmar xsalmar dice:

    Primero, el marxismo no es una «teoria» sino una pseudociencia; segundo Correone no es socialdemocrata sino neofascista; tercero, nadie tiene un proyecto garciano; cuarto, el correismo no es la esperanza sino el acabose.

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