ESPECIE EN EXTINCION

Un acucioso fotógrafo capta la imagen de un niño leyendo un libro sentado en un transporte público. Se le ocurre ponerle este pie de foto: especie en extinción.

No es una banalidad, ni una ligereza. Refleja una dramática realidad que está carcomiendo los cimientos de la civilización capitalista, sin que se avizore en el horizonte una solución o una propuesta alternativa.

La gravedad de que la niñez y la juventud hayan perdido el hábito de la lectura no consiste en que nunca sabrán nada de Emilio Salgari, Jack London, Julio Verne o tantos otros autores que nos invitaron a soñar, sino en que ningún contenido llena sus mentes, en que crecen sin proyecciones mentales ni espirituales, como aves que vuelan sin un propósito definido. Si eso sucede, no es difícil colegir que estamos sentando las bases de futuros hombres deleznables, sin personalidad y fácilmente manipulables.

Si la niñez ha perdido el hábito de la lectura, no hay que culparla. Los culpables somos los adultos que, hoy por hoy, vivimos al ritmo vertiginoso de una sociedad que baja por el tobogán de la hecatombe sin capacidad de aplicar el freno. Literalmente hemos abandonado a nuestra niñez y juventud en manos de un monstruo virtual que tiene cara de ángel: el internet No hay forma de cambiar una Tablet o un teléfono por un libro. No se puede imponer tu autoridad paterna en medio de una sociedad que no la respeta. No puedes obligar a tus hijos a nadar contra la corriente, sin correr el riesgo de convertir tu familia en un infierno.

Yo creo que es dramáticamente cierto que los niños lectores son una especie en extinción. Está surgiendo un nuevo tipo de hombre, el homo tecnológicus, ese que explora nuevas formas de adquirir conocimientos. ¿Podemos oponernos a esta realidad? No. Es sencillamente imposible.

Dicen que el sistema educativo actual, a nivel mundial, está diseñado para convertir a las masas en esclavas del capital. Dicen que fue diseñado por las familias poderosas que dominan el mundo. No es difícil verlo. La educación actual nos domestica para besar la mano de nuestros verdugos, pero son nuestros verdugos los únicos que tienen el poder de cambiar las bases de esa educación. Y es aquí dónde radica el peligro. Ese monstruo con cara de ángel es una criatura de su invención, son ellos los que lo programan y lo manipulan, para que por su intermedio nos transmitan su mensaje de alienación y obediencia, para que las cosas sigan igual de lo que han sido desde el principio de los tiempos. ¿Será que no hay esperanza? ¿Tendremos que repetir con Zizek o Chul Han que todo está perdido? ¿Aceptar al neofascismo de Elon Musk como algo inevitable?

La Historia nos enseña que todo acto de reacción revolucionaria contra los opresores ha comenzado en el momento que los insurgentes les arrebatan las armas a sus enemigos. ¿Cómo podemos usar al monstruo con cara de ángel a nuestro favor? Esa es la misión del neo marxismo y no la repetir frases y fórmulas pensadas por nuestro maestro hace ya cerca de doscientos años. Su método es su legado vivo.

Los niños lectores, esa “especie en extinción” me da nostalgia, porque representa mi niñez y mi juventud, pero hoy estamos frente a una nueva realidad.

Jorge Oviedo Rueda

2-II-2025

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