¿Tuvo razón el aristócrata francés Alexis de Tockeville sobre que en la democracia norteamericana el peor peligro estaba en que las mayorías ignorantes serían las que impondrían su voluntad sin derecho a ninguna apelación? El francés entendía que al no ser lo mismo igualdad y libertad las mayorías iban siempre a preferir la igualdad antes que la libertad aunque eso signifique aceptar las diferentes formas de esclavitud que el sistema capitalista trae consigo. Si, el capitalismo, porque Tocqueville basa sus reflexiones en la observación de la naciente democracia norteamericana.

Escribo este micro ensayo de memoria, basado en lo que recuerdo de cuando estudiaba a este pensador y, particularmente, centrándome en su idea de que con la democracia irrumpe un nuevo actor social que son los ciudadanos a quienes la revolución burguesa les ha otorgado el derecho a participar, por medio de la consulta electoral, en las decisiones del Estado, ergo, los destinos de la patria.
Sus observaciones de la democracia norteamericana le llevan al convencimiento que la aristocracia perdió para siempre el poder, que los nuevos dueños son los señores burgueses y considera que eso es irreversible. Su preocupación tiene más que ver con los derechos que el nuevo sistema le otorga al “estado llano” que con los nuevos protagonistas de la conducción del Estado. En el fondo, él sabe que la burguesía terminará consolidando una alianza de clase con la aristocracia. La preocupación estaba, para él, en cómo se trataba de aquí en adelante a los ciudadanos comunes y corrientes que ahora eran sujetos de derecho.
La teoría liberal, químicamente pura, ve en la participación ciudadana el paso de avance que el sistema político logra con respecto a las limitaciones feudales y no se equivoca. El individuo cobijado bajo la consigna revolucionaria de la revolución francesa, igualdad libertad y fraternidad es inmensamente más pleno y libre que el siervo feudal y es este el motivo de preocupación para el aristócrata Tocqueville ¿Habrá llegado el momento histórico de que el poder ancestral de las clases dominantes tengamos que cederlo al ciudadano común y corriente, llevado más por apetitos materiales que por preocupaciones intelectuales y espirituales? Reconoce que es un paso histórico irreversible, pero, parece preguntarse, ¿qué debemos hacer para que el poder, sin pasar de manos, aparente que lo ha hecho?
La Democracia en América de Tocqueville fue publicada en la tercera década del siglo XIX. Todo ese siglo sirvió para que los teóricos del liberalismo descubrieran la fórmula perfecta para que, pese a los cambios revolucionarios efectuados desde la Revolución Francesa de 1789, el poder continuara en manos de aquellos que habían dirigido el mundo desde los inicios de la civilización humana. La historia política del siglo XIX no es sino la del perfeccionamiento sistemático y progresivo del cómo se debe mantener el poder con la apariencia de que los dominados están interviniendo en las decisiones del Estado Nación creado por ellos. Es la esencia de la democracia occidental.
¿Cuál fue la fórmula encontrada por la alianza histórica de la aristocracia y la burguesía emergente? Sencilla y efectiva: darle el voto “democrático” al ciudadano común, colmarle de derechos, menos el económico y mantenerlo en la más supina ignorancia, sobre todo de cual es el verdadero fin de la educación.
Creo que Tocqueville no vislumbró este recurso, pero los beneficiarios del cambio político que se dio con la Revolución Francesa, si. El poder burgués se ha perfeccionado a lo largo de los siglos XIX y XX y llega a nuestros días con todos sus instrumentos de dominación en perfecto estado de funcionamiento.
La ignorancia de las masas es el arma todopoderosa que tienen las élites locales y mundiales. Las masas ignoran que el voto no es un camino democrático, sino la forma perfecta que tienen los sectores dominantes para mantener satisfechos y contentos a sus esclavos. El estado mental de las masas es equivalente al de un niño, fácilmente impresionable. Si el padre le dice al niño que el camino correcto es el de la derecha, el niño odiará el camino de la izquierda y jamás descubrirá que por él sólo camina al abismo. Sacar de ese estado mental explica por qué las minorías le tienen pánico a la cultura de las masas. La ignorancia es la garantía de su dominio.
Todo el aparataje ideológico, cultural, político y espiritual no tiene otro fin que ocultar esta simple verdad: las masas son esclavas de los intereses de las minorías. Si las mayorías no toman conciencia de esta verdad, es imposible la liberación.
El “florindismo” en el Ecuador se inscribe en esta lógica. Si hay un líder que se da cuenta de esta verdad y actúa para quitarle la venda de los ojos a las mayorías, será perseguido, odiado, desprestigiado y combatido hasta la muerte.
Rafael Correa es un claro ejemplo de esta dura realidad.
Jorge Oviedo Rueda
12-11-2024.
