En un artículo publicado en julio de 2023 sostenía lo siguiente: “La única unidad posible y salvadora es la unidad clasista. Unidad en la diversidad de los explotados, nunca unidad entre los explotados y los explotadores. Los de arriba si han comprendido esta verdad, por eso fomentan el fraccionamiento entre los de abajo. Cuando entre los de abajo surgen líderes que promueven su unidad, son perseguidos y exterminados, no los dejan prosperar”.

Antes, mucho antes de 2023, en nombre de Ñukanchik Socialismo, insistíamos en el tema de la unidad como un requisito imprescindible para la victoria de los intereses populares. El agua corrida bajo el puente de nuestra democracia nos deja muchas lecciones que los “zurdos” nos negamos a aprender.
Primera lección: la estrategia de dominación no es una estrategia local, sino internacional. Moreno estuvo manejado por la embajada yanqui y, desde él, es la embajada la que maneja los hilos de la política ecuatoriana. Presidente, Fiscal, Contralor y todos los organismos de control están bajo su mando y tienen repartidos, en todos los niveles de la opinión pública, “topos” super eficaces que, junto a la gran prensa pautera, se encargan de inducir el pensamiento de un ejército de votantes que ahora tienen acceso a las redes sociales del internet. El resultado de esta realidad es que casi por reflejo y, contra toda lógica, las elecciones las gana la derecha. No hemos aprendido que contra esta estrategia de dominación tenemos que labrar la unidad clasista de los sectores populares. A estas alturas es lógico colegir que quién está contra esa unidad le está haciendo el juego al imperio y a las élites locales.
Bajo la premisa de que para derrotar a la derecha hay que forjar la unidad de los sectores populares, la pregunta que surge de inmediato es ¿quiénes están en la obligación de llamar a la unidad? Sin dubitaciones la respuesta es los líderes de la tendencia progresista, aquellos que ya fueron poder y los que todavía no lo han sido. Quiere decir, en primer lugar, los líderes históricos de la Revolución Ciudadana y, a continuación, los dirigentes de los sectores populares, comenzando por los del movimiento indígena y todos, grandes o pequeños, dirigentes de la tendencia progresista y de la izquierda radical. Es una unidad de clase que comienza por la identificación de quienes aspiran a transformar este país.
Pero a estas alturas nadie ha dado un paso adelante. Hace más de un lustro Rafael Correa hizo unas declaraciones llamando a la conformación de un FRENTE PROGRESISTA NACIONAL, después no se ha vuelto a referir a esta iniciativa y tampoco los líderes de la tendencia. La unidad no surge por generación espontánea ni por arte de magia. Es el resultado de la suma de las voluntades y de la comprensión del momento histórico que vive la nación. Hoy, como nunca antes, la unidad del progresismo y de la izquierda es imperiosa, so pena de que el país siga en manos de las fuerzas de la antipatria.
ESTA ES LA RAZÓN
En primer lugar, porque en toda la tendencia progresista de izquierda se encuentran infiltrados los agentes del imperio y de la derecha local. En la cúpula de Pachakutik prevalece la opinión de que hay que hacer pactos con la derecha para avanzar, contraviniendo el principio fundamental de que la unidad es una unidad de clase y se tiene que dar entre los sectores populares y no con los enemigos de clase. El movimiento indígena está atado a esta dirección pro derecha y tiene muy poco margen para las iniciativas autónomas, como se ha demostrado cada vez que un dirigente muestra sus intenciones de no ceñirse a la dirección política de PK. En estas condiciones la unidad de clase es imposible.
Lo mismo sucede en las fuerzas políticas progresistas. En la RC5 han ido ganando posiciones aquellos sectores que creen en la alianza con los enemigos y no en la unidad clasista. Aguiñaga, Aquiles Álvarez y otros dirigentes del correísmo apuestan el éxito del movimiento a las alianzas electorales y no a la unidad clasista. Por eso no es posible la unidad.
Por otro lado, hay una izquierda radical e infantilista que apuesta a una fórmula químicamente pura de independencia de clase desconociendo miopemente que la izquierda posible en los momentos actuales es el progresismo. Es una izquierda que carece de líderes electoralmente solventes y planes políticos mínimamente creíbles. Su radicalismo está fuera del momento histórico que se vive en el Ecuador.
ÑUKANCHIK PROGRESISMO APUESTA A LA UNIDAD
Ñukanchik es un pequeño grupo de reflexión que no ha dejado de estar al tanto de la marcha de la izquierda en el Ecuador. Intelectuales que dejamos nuestras matrices políticas después de una larga lucha inútil por enrumbar la marcha de la izquierda, pero el hecho de habernos desprendido de nuestros orígenes políticos no quiere decir que hayamos abandonado la lucha. Alejados de la militancia política hemos tenido oportunidad de ver con mayor objetividad los acontecimientos.
La principal enseñanza que nos ha dado la lucha es que en nuestro medio hay una izquierda posible y otra imposible. La izquierda imposible es la que sigue atada a la herencia heroica del Che Guevara y de los guerrilleros de la Sierra Maestra. Es una fidelidad principista nada práctica que en la marcha de la lucha termina siempre coincidiendo con la derecha. No está equivocada en sus principios, pero no ha sido capaz de asimilar las lecciones que la ya larga marcha de la izquierda en toda América Latina nos da. Cortar de un tajo la Historia de nuestros pueblos es, a estas alturas, no solo una utopía, sino un error. Las fuerzas de la represión mundial están abrumadoramente por arriba de esas buenas intenciones.
Jugar en el mismo terreno del enemigo es la alternativa posible. Salvador Allende vuelve de la Historia para recordarnos que tenía razón. Nuestra obligación es superar los errores que ese heroico hermano cometió durante su gestión. Eso es, justamente, lo que hace la corriente latinoamericana del progresismo. Desde que el comandante Chávez triunfó en la hermana Venezuela, la izquierda tiene una nueva oportunidad. Es la izquierda posible, la única que llena los pulmones de nuestros pueblos de nuevas esperanzas.
¿Cómo podríamos convertir esas sanas aspiraciones en realidades concretas? El único camino es el de la unidad.
Ñukanchik quisiera tener la fuerza para convocar a la unidad y que todos los sectores progresistas y de izquierda asistieran, pero esa es una aspiración irreal. Sí cree que dirigentes como Rafael Correa, Leonidas Iza, Andrés Araúz, Luisa Gonzales, Pedro Granja y muchos otros líderes deberían alzar su voz para convocarla, dando los pasos necesarios para conformar, en primera instancia el FRENTE PROGRESISTA NACIONAL.
Este FRENTE es un paso táctico en la marcha de la unidad clasista al triunfo electoral y un requisito para la alianza programática que haga posible la construcción de una nueva sociedad. Se trata de una alianza electoral para derrotar al imperio y a las élites locales, tomar el gobierno y crear las bases para construir el poder popular. Es un error exigir que esta alianza electoral tenga como requisito la definición de un programa de gobierno, porque ese es un paso a posteriori del triunfo electoral, pero en la unidad del FRENTE cada organización progresista y de izquierda tiene la oportunidad de plantear sus aspiraciones. Para la unidad electoral sólo es necesario definir un Plan de Acción con pocos puntos de trabajo inmediato que servirán para impulsar el proceso de cambio.
No hay excusa para no procurar la unidad. Como dice el dicho popular: juntos, pero no revueltos. Los procesos sociales auténticos se inician con el debate de nuestras ideas, con la identificación de nuestras posturas, con las diferencias de la variedad, pero con la seguridad de que estamos unidos por los intereses de clase. Los que no entienden la importancia de este proceso, deben comenzar a ser considerados enemigos de los interese populares.
ÑUKANCHIK PROGRESISMO POR LA UNIDAD EN EL FRENTE PROGRESISTA NACIONAL.
Quito-03-06-2024

No es posible una «unidad de la izquierda» con Correone y la Robulucion Ciudadana porque no son de izquierda. PUNTO.
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