La libertad de expresión es una conquista burguesa. El siervo, en el período feudal, tenía prohibido expresarse y, peor todavía, el esclavo. Eran sociedades cerradas, en las que no había lugar para otra opinión que no fuera la de los amos. El siervo tenía que callar, aunque en su presencia el señor ejerciera su derecho de pernada. Callar y aceptar era su destino que quedaba encriptado en su interior con el sello de la humildad que la iglesia católica, apostólica y romana estampaba sobre su conciencia.

Si, la libertad de expresión es una conquista burguesa tan importante como el derecho al voto o la libre empresa porque son los tres motores que han dinamizado la sociedad del capital desde su surgimiento.
Pero si bien es cierto que la libertad de expresión es un derecho conquistado por la burguesía en su lucha contra la aristocracia monárquica, después de su implantación hay que examinarla con lupa, porque su contenido no se corresponde con el brillo deslumbrante que tiene. La libertad de expresión es un derecho, cierto, pero, para comenzar, hay que entender que no todos lo podemos ejercer y aquellos que pueden hacerlo no siempre pueden agotar sus posibilidades.
El individuo ejerce su derecho a la libre expresión, pero la opinión individual no le interesa al sistema porque hay tantas como individuos existen. Cada individuo se puede expresar como le venga en gana sobre cualquier tema, pero eso es intrascendente para el poder establecido. La multidiversidad de opiniones crea la ilusión de que la masa ejerce su derecho a la libre expresión y cada individuo se siente satisfecho de poder hacerlo. A esta práctica es a lo que el sistema llamó, desde sus orígenes, libertad de expresión, pero, a pesar de que los ciudadanos ejercen el derecho a opinar, el entrecruzamiento de tantas y tan variadas opiniones termina debilitando aquellas que poseen fuerza histórica y esfumando aquellas que no despiertan interés. La libertad de expresión, de esta forma, se convierte en un juego circular y eterno que sirve para reforzar la imagen de libertad que maneja y le conviene al sistema. Pero sólo es un espejismo, una vana ilusión que el ciudadano común la identifica con su propia libertad.
Si vamos de lo individual a lo colectivo sucede algo similar. La libertad de expresión para los conglomerados organizados también está garantizada, pero para ejercerla se tiene que pasar por el ineludible filtro de los medios de comunicación. Los medios deciden a quién le dan la palabra porque responden a los intereses de la empresa privada y los intereses de la empresa privada son los del sistema, de tal manera que lo que se oye o ve en los medios es una sola opinión, aunque aparentemente todos tengan derecho a expresarse. Ningún colectivo puede, por ejemplo, denunciar por los medios el abuso de los medios con sus trabajadores y, peor, llamar a la resistencia contra los abusos de la empresa privada en general. La ley garantiza el derecho a la expresión, pero castiga aquella que afecta sus intereses. También la libertad de expresión de los colectivos humanos organizados es un espejismo.
Dirán que eso es absurdo, que no se puede estar contra los intereses de la sociedad, porque así lo señala la ley. Pero, si el sistema no garantiza el trabajo a quienes están en capacidad de trabajar, si obliga a los niños a trabajar para vivir, si no protege a sus ancianos, si no le da salud a los enfermos, si tiene una educación de pésima calidad, si ve crecer la delincuencia año tras año, si destruye el medio ambiente, si contamina el agua de beber, ¿por qué se criminaliza la opinión que está en contra de este sistema? ¿Funciona, entonces, el derecho a la libertad de expresión? Me dirán que si, porque cualquiera puede criticarlo, pero ya lo dijimos más arriba, al sistema le importa un bledo la opinión individual y a la opinión colectiva la controla siempre hasta el punto que comienza a ser peligrosa. De ahí en adelante el sistema se encarga de combatirla por todos los medios, incluido la fuerza.
En nuestra época el derecho a expresarse ha encontrado un medio impresionante de difusión, el mismo que está al alcance de todo ser humano, incluidos los niños. Son las redes sociales, el vasto campo del ciberespacio. El internet es como una impresionante tribuna universal en la que la opinión de cada individuo puede aflorar de forma instantánea. Lo que antes tenía un alcance extremadamente limitado (el individuo y su familia, a lo mucho) hoy tiene alcance universal. Esta ampliación de la libertad de expresión no tiene parangones históricos y sólo podría compararse con la colosal expansión del capitalismo en los siglos XVIII y XIX.
Sin embargo, la democratización colosal de la libertad de expresión se está convirtiendo, así mismo, en la amenaza más peligrosa para la libertad del ser humano. El registro de una ficha individual de los ocho mil millones de seres humanos en las bases de datos de las empresas privadas del internet hace posible el control total de la humanidad a favor del sistema imperante. La manipulación de la información a favor de Trump en las últimas elecciones norteamericanas es solamente un ejemplo. La información total de cada individuo en manos de la empresa privada es más letal que los efectos de los artefactos nucleares, porque no apunta a la destrucción física del enemigo, sino a su manipulación mental y conciencial, como nunca antes pudo hacerlo ni la Iglesia ni los órganos de manipulación mental del sistema.
Es en este contexto que adquiere su importancia real la acción de “hakers” como Julian Assange, verdaderos chamanes de nuestro tiempo, los únicos capaces de mostrarnos el lado oscuro de la información. Los que lo condenan son los Torquemadas de nuestro tiempo, los monjes malditos de la inquisición moderna que prefieren darle una mano de pintura blanca al sepulcro de los innombrables crímenes de las potencias que gobiernan el mundo y no derrumbar la lápida que encubre esos crímenes. Assange y su portal Wikiliakes son los adalides de la libertad de expresión que, usando las mismas armas del enemigo, los amenaza con derrotarlos.
El capitalismo salvaje de los actuales momentos no puede sostenerse si no recurre a la fuerza. La democracia en el mundo se sostiene sobre dos pilares: la fuerza y la desinformación. El rostro de la fuerza lo podemos ver en casos como el de Irak, Libia, Siria, Afganistán, Yemen, Palestina o Venezuela y el de la desinformación en todo el planeta. Órganos de desinformación mundial como la cadena de noticias CNN actúan en el mundo entero a través de sus filiales o aliados. Romper ese cerco es tarea de titanes. Nadie que no esté preparado técnicamente puede hacerlo y ese es el caso de Julian Assange.
Assange se ha puesto sobre sus hombros la bandera de la libertad de expresión y los vientos aciclonados que soplan en su contra amenazan con doblegar su fortaleza. Enanos como Lenin Moreno soplan en su contra, pero la fuerza de la verdad está de su lado.
Assange es símbolo de la libertad de expresión, derecho que no es sino la antesala de la libertad de opinión. Todos los que en el mundo hemos roto las cadenas mentales de la colonización, estamos con él y, desde estas montañas andinas le decimos que, cuando se abran las grandes alamedas del hombre libre él estará en la primera fila de los precursores.
25-04-2019
Un artículo extremadamente confuso con el cual pretende posicionar a Assange que solamente es un hacker como adalid de la «libertad de expresión».
Primero habla de un supuesto «sistema» el cual parece comportarse como una persona física o una organización bien establecida y no lo que realmente es un conglomerado un tanto anarquico de organizaciones donde cada una lucha por sus intereses muchas veces contrapuestas. Es verdad que los medios de expresión defienden sus propios intereses pero una mayor libertad de expresión se conseguiría con más medios incluyendo comunitarios y verdaderos medios públicos, no gubernamentales.
Es verdad que el internet ha ampliado la libertad de expresión y también que algunas empresas privadas y gobiernos tienen un bagaje de información colosal que puede atentar contra todas las libertades pero eso a su vez ha hecho que el mundo sea un sistema cada vez más caótico que ni siquiera Trump, ni Putin ni los chinos pueden controlar.
Ud dice una falsedad total «La democracia en el mundo se sostiene sobre dos pilares: la fuerza y la desinformación». No se de que «democracia» estará hablando, si es de las mal llamadas «democracias populares» de detras de la cortina de hierro, eso es correcto, si se refiere a una verdadera Democracia, es totalmente falso.
Assange por tanto es solamente un hacker que ha revelado muchos delitos y actos contra la ética del gobierno de Estados Unidos y un poco sobre Rusia y otros gobiernos y junto con Lenin Moreno son alfiles (de bandos contrarios) de la nueva guerra fría entre potencias en la cual es inevitable posicionarse y ha cometido un error muy grave: cuando uno lucha contra los poderosos hay que comportarse bien en lo personal y Assange se comportó muy mal con dos mujeres suecas y luego en la embajada y por eso provocó su arresto. Recuerde también a Strauss-Khan que fue puesto una trampa en New York y tuvo que salir de la dirección del FMI.
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Señor, con su venia, permitame decirle que usted más parece un troll que un individuo pensante. Mi artículo es más de lo que usted ha alcanzado a comprender. Lo de fondo es la manera en que funciona la democracia en el sistema en que vivimos, sobre lo cual usted no dice nada. Me reclama con los lugares comunes de siempre, los que manejan los troll, en contra del pensamiento progresista y revolucionario, no por convicción, sino por consigna.
Si se quiere realmente salir de esta crisis múltiple en que vivimos, tenemos que aprender a considerar los argumentos del otro, usted sólo tiene un punto de vista. Es una lástima.
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Un «pensamiento progresista y revolucionario» jamás defendería a Rafael Correa. NO SEÑOR
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Many Thanks,
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN | Ñukanchik Socialismo – nucanchisocialismo.com
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